Opinión | REFLEXIONES
El Sáhara, traicionado
Hace más de una década, en las páginas de este mismo periódico, publiqué un artículo de opinión titulado: «El Sáhara, olvidado» (Levante-El Mercantil Valenciano, 8 de diciembre de 2007). En aquella ocasión, el Sáhara Occidental estaba próximo a cumplir cuarenta años desde que las Naciones Unides reconocieran a su pueblo el derecho a la libre determinación externa, que conlleva la creación de un Estado independiente. A ese reconocimiento contribuyó el pronunciamiento del Tribunal Internacional de Justicia de 1975, que negó la existencia de derechos soberanos por parte de Marruecos y Mauritania sobre el territorio saharaui. Ese mismo año, las autoridades españolas decidieron poner fin a su presencia colonial en la zona – lo que se hizo efectivo el 28 de abril de 1976 - dejando su administración en manos de Marruecos y Mauritania por medio del acuerdo alcanzado en Madrid, el 14 de noviembre de 1975. Algunos años más tarde, Mauritania acordó con los representantes del pueblo saharaui su retirada de la administración compartida con Marruecos. Así, el abandono de los españoles y la retirada de los mauritanos permitieron que las autoridades alauitas se convirtieran en dueños y señores del territorio saharaui, situación que se ha mantenido hasta nuestros días.

El Sáhara, traicionado / José Manuel Sánchez Patrón
Desde entonces, las Naciones Unidas han buscado posibles vías que hagan realidad el derecho a la libre determinación del pueblo saharaui y su constitución como un Estado independiente. Sin embargo, la intransigencia de Marruecos, el respaldo de los EE.UU., la connivencia de Francia, la hipocresía de España y, todo ello, exacerbado por «el dorado» de los recursos minerales y pesqueros de la zona, han llevado a que las Naciones Unidas busquen una tercera vía para el territorio en discusión: ni la integración marroquí, ni la independencia saharaui, sino la autonomía del Sahara bajo la soberanía de Marruecos. En concreto, esta solución es la que el Gobierno español ha considerado, en una carta manuscrita firmada por nuestro Presidente, como «la más seria, creíble y realista» (sic).
Con ello, España renuncia a la posición ladeada mantenida hasta la fecha y se pliega a las exigencias marroquíes de ocupación territorial, al tiempo que niega su apoyo a la consecución de un derecho fundamental de los saharauis. Aunque resulte paradójico, este giro político del Ejecutivo español, si de algo adolece, precisamente, es de falta de seriedad, credibilidad y realismo. A que la realidad sea la que es, nuestro país -como potencia colonizadora- contribuyó con una pésima gestión del proceso descolonizador, lo que impidió que su colonia saharaui alcanzase un estatuto jurídico definitivo. La falta de credibilidad se explica por las razones espurias que están detrás de este cambio en la política exterior española que rezuma la salvaguardia de los intereses patrios en sacrificio de los de su antigua colonia. Este desconocimiento conlleva, a su vez, el incumplimiento de la normativa internacional relativa a la libre determinación de los pueblos de la que España, junto con el resto de los Estados de la Comunidad internacional, están llamados a cumplir, por lo que este nuevo posicionamiento carece de legalidad y es moralmente irresponsable. Así pues, ante el abandono inicial, la impostura intermedia y la traición final, no debería extrañarnos la repulsa saharaui y el tirón de orejas argelino…
(*) In memoriam del Prof. Dr. Mariano García-Pechuán, compañero y amigo, fallecido mientras redactaba estas líneas.
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