Manolo Gómez Tejedor, le petit bourgeois, persevera en su ser «derechoso». En cada responso recuerda que el infierno espera a Mónica Oltra, Irene Montero, Joan Ribó, Ximo Puig y sus votantes. El cielo abre sus puertas a la derecha. La izquierda irá directa al averno. ¿Y adónde las almas de quienes, como él, mendigan un cargo político? A un despacho y a vivir del cuento y de rodillas, noble y pusilánime propósito existencial. En su última perorata «Juventud, porros y chemsex» (Levante-EMV, 17/6/22) deja entrever que la juventud consume porros y sexo por las políticas públicas del gobierno autonómico: el consumo de marihuana colapsa centros hospitalarios, se anima a follar irresponsablemente a los adolescentes, pero, ¡eah!, las chicas deciden abortar libremente. Todo esto ocurre en la mente de Gómez Tejedor, porque, si recapacitara antes de sermonear memeces, entendería que las políticas públicas informan, sensibilizan, previenen, documentan e intervienen para que la juventud asuma las riendas de su vida, con los pros y contras de cada decisión. Las políticas punitivo-coercitivas perdieron el control y dominio social cuando el socialismo, marxismo, comunismo y anarquismo aportaron libertad, dignidad y conciencia de clase a una sociedad franquista. Sus herederos –derecha, extrema o sin extremar– azuzan persistentemente pues consideran que la ciudadanía es menor de edad. Por eso el padre Gómez Tejedor pontifica que «el éxito de la educación depende de una familia protegida en todos sus puntos cardinales, con unos mínimos de bienestar y de afecto, y de una escuela centrada en crear buenos ciudadanos».

Llevo quince años en las aulas. Algo sé de educación. La familia no existe y bien haríamos en promulgar su abolición. Entenderá por buena familia la suya, seguramente, la de portal de Belén. Esa familia que hereda privilegios, propiedades, clasismo, amiguismo… ¡Y buenos ciudadanos! (A las ciudadanas las ninguneamos, ¡por mujeres!) Si algo molesta a voceros de la derecha pacata como Gómez Tejedor es la ciudadanía crítica, comprometida, antisistema, independiente, alternativa, cooperativa, solidaria… Para mí un/a buen/a «ciudadano/a» conocerá la obra de Antonio Escohotado: Historia general de las drogas, Aprendiendo de las drogas: usos y abusos, prejuicios y desafíos… Evitará así que venga un Manolo de turno a contaminar con su puritanismo. ¿Se enfadará si recomiendo comprar en la farmacia cannabis sativa? ¿Y si lo tomo en clase? Los experimentos educativos los idearon –e insisten hoy– los ingenieros del control de los cuerpos ajenos, esos que abusaron de menores de edad, o que robaron bebés, o que imponen una doctrina religiosa demonizando cualquier atisbo de pensamiento diferente. La derecha, su derecha, esos que convierten la escuela en una prolongación de su casa para que el profesorado mimetice y repita la basura mental de la familia. Pues le voy a dar una mala noticia. En la escuela pública nadie nos dirá qué decir, pensar o hacer. No sobra ideología, padre mío. Hace falta ideología para combatir el franquismo mental, el capitalismo y el patriarcado. Por eso pide la cabeza de cualquier político/a de izquierdas. Dedíquese a sus asuntos y deje de darnos la tabarra con aquello que nos corresponde o no hacer. En cierta ocasión Lucía Etxebarría me dijo que, aunque duela, el deterioro cognitivo llega a todas y todos. Venía a cuento de una conversación amigable sobre el paso del tiempo. Pues eso.