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A Vuelapluma

Alfons Garcia

Y Marzà aprovechó la ocasión

El exconseller Vicent Marzà ocupará momentáneamente la portavocía de Compromís

Y Vicent Marzà aprovechó la ocasión. No han corrido últimamente los mejores tiempos para el exconseller. Escondido, descolocado, amortizado… se ha dicho de él. El azar, en forma de ausencia obligada por covid de la síndica del grupo, Papi Robles, le dio la oportunidad de subir ayer a la tribuna de las Corts como portavoz (adjunto) de Compromís. Y lo aprovechó. Marzà se reivindicó en cinco minutos con un discurso regenerador del pacto de izquierdas, de reconstrucción tras un periodo convulso, de demasiadas batallas internas, algunas declaradas, otras (las peores), no. Un mensaje de alto voltaje político en el que marcó el espacio posible de Compromís como socio reivindicativo ante Madrid y leal en casa. La coalición (en referencia al Botànic), dijo, es la mejor manera de gobernar la diversidad que define la sociedad actual. Y hacerlo desde los acuerdos, recordó. El trasfondo suena distinto a los desencuentros internos recurrentes de los últimos tiempos. Es una buena receta de futuro para las izquierdas valencianas. Quizá sea la última oportunidad en el año que queda para elecciones, si la inflación y la crisis lo permiten. Las declaraciones de ayer demuestran que los perfiles de Aitana Mas, Héctor Illueca y Arcadi España (tercer vicepresidente de facto) abren ventanas de aire renovado para un entendimiento real.

La sesión de control, la primera sin Mónica Oltra y la primera tras las elecciones andaluzas, también permite atisbar un cambio de actitudes, con un PP crecido, empeñado en exprimir hasta la última gota el caso de Oltra y lanzado a la labor de zapa contra Ximo Puig hasta el desgaste final, y un presidente dispuesto a polemizar con la ultraderecha, a no mirar hacia otro lado ya ante los exabruptos.

Es conveniente en política tener orejas y ojos abiertos, así que, al margen de lecciones de ética y palabras altisonantes sobrantes, los comentarios de Ana Vega sobre la superioridad moral de la izquierda y esa tendencia suya de que la culpa siempre sea de los otros y pocas veces de sus propios hechos contiene su dosis de realidad a tener en cuenta. En general, la autocrítica no predomina en un medio competitivo por naturaleza como es el político. A esa derecha de moralina fácil y reacia a diversidades, Illueca le dejó una frase de final de Casablanca: «Sus principios morales caben en una pulsera de dos colores».

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