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Se ha estrenado en Netflix la serie Intimidad, protagonizada por Itziar Ituño, conocida por su papel de inspectora en La casa de papel, y acompañada de un elenco de actores y actrices no tan conocidos, pero que bordan sus interpretaciones.

La serie cuenta con ocho capítulos en los que cada uno de nosotros también podríamos ser protagonistas. En la era de las redes sociales y de los teléfonos inteligentes que nos han vuelto, de alguna manera, tontos, la intimidad es más vulnerable que nunca. En la serie se narran dos historias paralelas: la de Malen (Ituño), futura alcaldesa de Bilbao, y la de Ane (Verónica Echegui) una trabajadora de clase media. A ambas mujeres –como a muchas otras– las une la filtración de unos vídeos de carácter sexual que ponen en peligro su vida laboral, familiar y, lo peor de todo, su estabilidad emocional. Porque la clase social no nos exime de ser objeto de burla ante la mirada de una sociedad que aún no se ha liberado de cierto tufo a misoginia. Pero la serie va más allá. Va de la culpa que sigue estigmatizando a las mujeres: participas en un vídeo sexual consentido o no: «culpable». Alguien hace un uso indebido de ese material audiovisual: «culpable». Se pierde el foco de quién es la víctima y quién el victimario. Se nos critica, juzga y condena por disfrutar de la sexualidad. Nosotras «putas». Ellos «inocentes observadores». El mundo al revés. A nosotras se nos aconseja que lo dejemos estar, que aguantemos el chaparrón, que, si no, pues haberlo pensado antes de ponernos a hacer «guarradas». La serie refleja el sistema patriarcal del que aún somos prisioneras. Que no somos tan libres como creemos ser y que calladas ganamos más.

Sin embargo, Intimidad invita, suplica que cualquiera de nosotras recordemos nuestro derecho a denunciar. Busca señalar y poner la mirada donde realmente debe estar. «Los hombres no somos capaces de tener un vídeo así y no enseñarlo» fueron las terribles palabras que Fran Rivera dijo en televisión a raíz de que una trabajadora de la empresa Iveco decidiera quitarse la vida por la filtración de imágenes sexuales que se pasaron entre compañeros. Esto ocurrió en el año 2019 y sigue ocurriendo día a día. En la serie hay una frase que reza «Hagas lo que hagas, siempre serás la del vídeo». Dan igual tus logros, tus esfuerzos, la persona que eres o que podrás ser, porque al final, si se filtran imágenes en las que sencillamente disfrutas y te disfrutas, quedas reducida a «eso». ¿No es acaso una manera de decirnos: «Cuidadito con lo que haces»? Pero no crean que solo se refleja la imagen del hombre machista y patriarcal. También se ponen de manifiesto nuevas masculinidades: el papel del hombre cuidador, del hombre sensato, del hombre respetuoso –no tan bien visto– pero que se abre paso sigilosamente mientras rompe con roles arcaicos y rancios. Otra de las perlas de la serie es la presencia del imaginario del adolescente que vive con un dispositivo digital como extensión de su brazo y que, en muchas ocasiones, es la herramienta perfecta para acosar, burlarse o denigrar a otro compañero. Esta serie incita a la reflexión acerca de los límites propios y ajenos. Acerca del bien y del mal. Acerca del respeto, del miedo, del dolor y de sus consecuencias. No está mal grabar un vídeo practicando sexo con quien desees. Lo que está mal es difundirlo. No es una fulana la mujer que aparece en las imágenes, es una víctima, y eso no se les puede olvidar ni a ellas, ni a nosotros como sociedad.

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