Con el verano llega el momento álgido de los ataques de las plagas y enfermedades agrícolas y, por tanto, de los métodos de control de las mismas. Nos encontramos con que en muchas parcelas no ha habido manera de eliminar el ‘cotonet’ de Sudáfrica porque ni hay productos fitosanitarios adecuados ni hay alternativas a los fitosanitarios que resulten verdaderamente eficaces. Lo mismo ocurre en el caqui, donde las moscas blancas pintan de negro el panorama, o en muchos otros cultivos valencianos. Los políticos pueden decir misa (predicar sobre la digitalización, la agricultura de precisión o la reducción de materias activas, por decir solo unos ejemplos de teórica sostenibilidad) pero la cruda verdad es que los agricultores necesitamos unas herramientas de prevención y control que no tenemos. La legislación europea que se plantea en este tema no pisa tierra y se diseña de espaldas a la realidad. El Diario Oficial de la Unión Europea acaba de aprobar formalmente el tratamiento en frío a las naranjas procedentes de aquellos países con presencia de la falsa polilla, una plaga que, recordemos, es la tercera con mayor impacto global y no solo puede afectar a los cítricos (sí, también a mandarinas y pomelos) sino a muchas especies agrícolas y arbóreas. La propuesta finalmente aprobada por los políticos no ha sido la que queríamos, ni tan rigurosa como avalaba el informe técnico de la EFSA. Y si no lo ha sido es por la oposición de Países Bajos, el país del vicepresidente de la Comisión y máximo impulsor del Pacto Verde Europeo, Frans Timmermans, que pensamos antepone los intereses comerciales de Rotterdam a la seguridad fitosanitaria de todo el continente. Después de este acuerdo insuficiente, a las puertas de una nueva prohibición arbitraria de sustancias fitosanitarias, Países Bajos sigue en las sombras manipulando y engañando a otros países comunitarios para tratar de empeorar aún más, hasta la supresión si fuera posible, el tratamiento en frío que, paradójicamente, Sudáfrica ya cumple sin problemas para exportar a otros destinos como Estados Unidos o Japón. En otros momentos, cuando surge una alerta alimentaria que beneficia a Países Bajos o Alemania, Europa responde a una. Lo único que queremos es la misma sensibilidad como países miembros y no que otros se comporten como amos y señores cuando no lo son. La Europa que queremos no es tan egoísta, es, por definición, solidaria.