Dedicándome los últimos cuatro años a organizar cada 9 de mayo la celebración del Día de Europa en València, tengo una confesión que hacer: no ha habido aquí otro cargo público que haya sido más constante y altruista en el apoyo a esta causa del europeísmo que el militar a quien dedico estas líneas; el Delegado de Defensa en la Comunitat Valenciana, Coronel de Estado Mayor Rafael Morenza Tato.

Tomó posesión de la delegación ministerial al día siguiente de producirse el atentado de Niza de 2016, con 86 muertos y medio millar de heridos, momento en el que el desafío del “Estado Islámico” ya había elevado la alerta antiterrorista en España a un nivel de riesgo alto. Seis años después, deja los cuarteles de la Alameda en una situación en la que no solo no se reduce la valoración de la amenaza del terrorismo, sino que todo el entorno de nuestra seguridad ha sido alterado, mientras la paz se ha visto destruida –según reza el recién aprobado en Madrid concepto estratégico de la OTAN. Incluso fuera del ámbito euroatlántico, la situación española en el norte de África no suma tranquilidad alguna. Con todo, no en vano ya finales del año pasado el Coronel Morenza dio una respuesta –la respuesta– a la pregunta sobre si es preciso invertir más en nuestras Fuerzas Armadas (con sus sectores asociados de industria, tecnología y servicios): “el enemigo existe”.

La principal responsabilidad del Delegado, si bien, consiste en gestionar a nivel regional tanto el patrimonio como el personal –militar y civil– dependiente del Ministerio de Defensa, así como proporcionar información para los que desean ingresar en el ejército. Para alguien que viene de haber estado en Operaciones Especiales y otros destinos desde Guipúzcoa hasta Melilla, y en el exterior desde el Comando de la Fuerza Conjunta Aliada en Holanda hasta Afganistán, solo su refinado sentido del humor puede casar el carácter burocrático de su último cometido con el alma de un hombre de armas: “he descubierto un mundo de operaciones especiales en los papeles”, dijo en una entrevista.

A pesar de la emergencia sanitaria que trajo la pandemia, y que ha marcado un nivel adicional de gratitud ciudadana a la implicación humanitaria resultante de la “Operación Balmis” por parte de los oficiales, suboficiales y soldados –por otra parte no suficientemente reconocidos en el aspecto salarial–, el equipo de la Delegación perseveró en la línea de representación institucional que define la etapa de Morenza: abrirse a la sociedad. Los convenios con universidades públicas y privadas, así como la colaboración entablada con la Cámara de Comercio y varios colegios oficiales, son solo una dimensión del compromiso de crear sinergias, el cual ha demostrado ser igual de intenso con el tejido asociativo –y a lo dicho al principio me remito. Del mismo modo, y en el ámbito cultural, el talante del Coronel ha merecido honores populares como ser nombrado Mantenedor de las fiestas de Segorbe. Alcanzando también el mundo del deporte, coordinó, por ejemplo, la participación de seis equipos valencianos de fútbol en la donación de material a clubes de Somalia – ayuda que se hizo llegar allí a través de la misión militar de la Unión Europea. Una apertura social, en definitiva, que se ha manifestado de manera especial entre los jóvenes, conectando a través de concursos, exposiciones y conferencias celebradas.

En efecto, en estos últimos años, la Delegación ha sentado una buena base de confianza entre la sociedad valenciana sobre la que elevar la tan necesaria cultura de la defensa. Porque en el plano de la seguridad nacional, resulta imprescindible la corresponsabilidad ciudadana.

En ese sentido, o en cualquier otro que prefiera, Rafael Morenza tiene mucho que seguir aportando en la esfera pública después de colgar ahora el uniforme.