Hace unas fechas, en estas mismas páginas de Levante-EMV, el amigo Josep Carles Laínez, ‘Multaqa i paganisme’, cuestionaba la ausencia de una representación del paganismo, entre las diferentes culturas, en la reciente celebración de la Multaqa, y lo hacía con las siguientes palabras. «Si la cristiandat, el judaisme i l’islam són molt més que simples religions, el paganisme s’ha de contemplar de la mateixa manera». Sin perjuicio de que por parte de los organizadores, Centro Unesco Valencia, se le pueda dar audiencia a la reclamación que plantea, su consideración histórica, merece nuestra atención.

La Multaqa, o Encuentro, trata, desde sus comienzos, de ser una apuesta decidida por la paz, una decidida apertura, desde la cristiana, hacia otras religiones, como la judaica o la del Islam, que el propio Laínez reconoce. « La Multaqa de les cultures es un espai de celebració per a la trobada de les tres religions que durant segles coexistiren al territori valencià. A hores d’ara, però, s’ha ampliat el nombre de cultures, i enguany es comptà amb representació budista i bahá’í».

Ya hace diez años, en la edición de 2012, la Multaqa, rindió cumplido homenaje a la mujer, en la búsqueda de la paz, desde las riberas del mediterráneo, con el lema ‘Mujer, Mediterráneo, y paz’. El Mediterráneo, que tanto atrajo al gran historiador Fernand Braudel, unido poéticamente, desde la concepción cultural.

Así, Amin Maalouf, en, ‘León, el Africano’, relata las peripecias que sucedían en la vida de Hasan el Wazzam, «el Pensador», más conocido como León, ‘el Africano’ quien alcanzó a pasar varios años en Roma, con León X, enseñando árabe, e introduciendo, en la corte del Papa, textos griegos traducidos al árabe, que a su vez trasladaba al latín, simbolizando, durante ese tiempo, el buen entendimiento entre Oriente y Occidente.

Los puentes entre ambas visiones, como los que Maalouf reclama entre escritores de procedencias distintas, resultan del todo punto imprescindibles ante el conflicto que permanece. Sus orígenes –libanés, el de Maalouf; como marroquí, el de Tahar Ben Jelloum; argelino, el de Sami Naïr; o español, el de Juan Goytisolo, escribiendo desde Marruecos, París o Barcelona– están presentes en sus escritos y contribuyen hoy a forjar una identidad cultural, escriban desde cualquiera sea el lugar donde lo hagan, que Laínez sugiere se amplíe, con la inclusión de, «per exemple, un fragment del pagà Pletó (que no Plató), filòsof grec medieval».

Todos ellos, bañados por el agua de un mismo mar contribuyen, a través de sus diferentes procedencias, a forjar esta identidad común, desde sus diferentes orígenes, como sucedió, hace siglos, cuando los navegantes fenicios trajeron el primer alfabeto encontrado en Ugarit, Oriente Medio, hasta esta orilla distante del Mediterráneo. Al igual que las armas de familias nobles valencianas, Vilaragut, Centelles, dan testimonio de la historia que transcurrió hace siglos en un mismo mar y que, sin embargo, nos vino a situar en orillas enfrentadas.

La cuestión de los dos mundos, Oriente y Occidente, atrajo igualmente la atención, entre otros, de Ryszard Kapuscinski, quien en un complejo libro titulado, ‘Viajes con Heródoto’, confiesa que no hacía falta esperar el momento en que aparecieran personas anunciando el choque de civilizaciones, tan sólo había que advertir la obra monumental de aquel griego universal que fue Heródoto.

El Centro Unesco Valencia a través de la Multaqa, encuentro de culturas, ha pretendido, desde su nacimiento, poner de manifiesto la difusión de los valores de las diferentes culturas para conseguir la paz, que también el paganismo, en su caso, deberá acreditar.