Estamos asistiendo a un aumento generalizado de los precios, también en el sector alimentario. Los datos del IPC muestran que desde inicios de 2021 hemos asistido a un incremento del 14% en el precio de los alimentos. Esta situación está provocando que a los consumidores cada día les cueste más llenar el carro de su compra. En el Cercle estamos preocupados por esta situación y realizando un gran esfuerzo por parte de nuestras empresas y el conjunto del sector para minimizar el impacto en los consumidores.

¿Por qué sube el precio de los alimentos? La cadena alimentaria tiene varios eslabones, que empieza cuando el agricultor, el ganadero o el pescador compran sus insumos, ya sean fertilizantes, semillas, piensos, carburantes o energía. Todo lo que sale de la producción primaria llega a las empresas que lo comercializan o lo transforman. La industria compra las materias primas y las transforma y prepara para adaptarlas a lo que el consumidor demanda, llevándolas hasta los lineales de los supermercados. Y en medio está el transporte, la energía, la mano de obra, los envases y embalajes, etc.

En condiciones normales, el precio final de los alimentos que paga el consumidor se construye partiendo del precio de venta del agricultor al que se van sumando los costes de producción y los márgenes de cada uno de los siguientes eslabones de la cadena, hasta llegar al lineal: comercialización, transporte, transformación y almacenamiento en su caso, nuevo transporte y distribución.

Los fertilizantes que compran los agricultores han subido desde principios de 2021 un 110%, como media; los piensos que los ganaderos suministran a los animales han subido un 68%; la industria, como consecuencia, paga más caras todas sus materias primas; los combustibles que se utilizan por productores, industriales y transportistas han incrementado su precio en un 86%; y la energía se ha encarecido, para todos, en un 280%. En su conjunto, de acuerdo con nuestros cálculos, el conjunto de la cadena de valor está asumiendo un incremento de costes acumulado próximo al 50%.

Decíamos que el IPC alimentario refleja un incremento del 14%, mientras que los costes de la cadena se han incrementado en torno al 50%. ¿Qué significa esto? Muy sencillo: el conjunto de la cadena alimentaria no ha repercutido todo el incremento de sus costes de producción en el precio de los alimentos. Por ello, en este momento, muchos agricultores, ganaderos, pescadores, industriales, transportistas y empresas de distribución están absorbiendo el aumento de costes con cargo a sus márgenes o a sus reservas o entrando en pérdidas. Es una situación insostenible a corto y medio plazo.

El incremento de los costes de producción en la cadena alimentaria no es exclusivo del mercado español. La FAO realiza un seguimiento a la evolución de los precios de las materias primas y de los alimentos en todo el mundo. De acuerdo con sus datos, desde principios del año 2021 hasta finales de mayo de 2022 los aceites habrían incrementado su coste un 62%, los cereales un 36% y los productos de origen animal, carnes y lácteos, y el azúcar un 25%. En general, los alimentos habrían subido en el mundo un 25%. Las tensiones que han provocado el incremento de los costes de producción en la cadena de valor, a nivel mundial, europeo y español, no se han reducido, por lo que los analistas prevén que la situación se mantenga.

Desde el Cercle queremos trasladar que estamos soportando una situación difícil para seguir conteniendo los precios, con un esfuerzo superlativo que está suponiendo una tensión creciente en la cadena y en algunos casos, poniendo en riesgo la propia viabilidad de las empresas.

En los últimos años hemos vivido algunos momentos muy complicados como el inicio de la pandemia, donde la cadena supo adaptarse de forma muy eficaz y garantizar el abastecimiento. Filomena, paros del transporte… Siempre demostrando el compromiso de todos los eslabones y reflejando la esencialidad del sector, algo que reclamamos con firmeza, ya que puede ser un factor diferencial en momentos como este.

Por otro lado, también solicitamos la consideración de otro tipo de medidas que ayuden a paliar estas tensiones en la cadena, como la supresión o reducción del IVA de los alimentos en un contexto inflacionario como el actual, o la paralización de nuevas tasas como la prevista en el impuesto especial a los nuevos envases de plásticos que recoge la Ley 7/2022 de Residuos y Suelos contaminados.

Es un momento crucial para el sector agroalimentario y se necesitan medidas que nos ayuden a mantener la actividad, seguir garantizándola y seguir haciéndolo con eficiencia y calidad, solo así conseguiremos minimizar el impacto sobre los consumidores y seguir siendo un referente internacional en la producción y comercialización de alimentos.