Se cumplen 50 años de la publicación de uno de los trabajos más importantes del pasado siglo, ‘Los límites del crecimiento’, que fue un encargo del Club de Roma al MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts). Fecha poco antes de la primera crisis del petróleo y con varias actualizaciones desde entonces.

El Club de Roma es una organización no gubernamental creada en 1968 por un grupo de científicos y políticos preocupados por el futuro del mundo a largo plazo y con sede en Suiza.

Pero volviendo a la publicación de ‘Los límites del crecimiento’, uno de sus dos coautores, Dennis Meadows, nos recuerda él mismo en una entrevista concedida en España al digital ctxt y habla que no se hicieron predicciones. Lo que hicieron fue modelar 12 escenarios consistentes con las reglas físicas y sociales. Uno de ellos, nos recuerda, mostraba que el crecimiento se iba a detener cerca del año 2020. Todas las variables (producción industrial, de alimentos, etc.) tocaban techo y en unos 15 años comenzaban a declinar inexorablemente.

Traza una similitud con la situación actual y de como el mundo está mostrando cada vez más consecuencias de un choque contra los límites.

Uno de los síntomas de esa situación es el cambio climático y de como se solucionase el problema nos encontraríamos con el siguiente problema, ya sea escasez de agua, de alimentos o de otros recursos cruciales.

El cambio climático preocupa a la UE (al menos lo exterioriza) y afecta a distintas regiones, desde el crecimiento de las temperaturas y aumento del riesgo de desertificación hasta mayores precipitaciones anuales y riesgos de inundaciones. Ello está ligado a las causas del calentamiento global producido por el transporte contaminante, los edificios que necesitan rehabilitación energética, industrias, generación excesiva de residuos, un sistema alimentario no sostenible, derroche de energía y deforestación aguda. Echar la vista a la situación española este inicio del verano actual es claramente definitoria de esta crisis climatológica y de sequía alarmantes.

Meadows nos indica que ante la propuesta de que la tecnología vendrá al rescate, la misma puede jugar un papel retardatorio pero no va a solucionar los problemas pues mientras tengamos un sistema que se basa en el crecimiento para solucionar cada problema, la tecnología no podrá evitar que se sobrepasen muchos límites cruciales.

Estamos, nos dice, más cerca de un punto de vuelco social positivo, por otro lado, teme que habrá que esperar a mayor agravamiento de las crisis para reaccionar y ahí jugarán un papel determinante las élites y su mayor o menos preocupación en reducir las desigualdades ya que éstas se consideran las causas de colapso, pues crece en paralelo a la falta de confianza entre semejantes.

Los círculos de poder, económicos y políticos, deberán mostrar mayor preocupación por evitar el colapso de nuestra civilización y no detenerse en el corto plazo.

Meadows vaticina grandes cambios en los próximos 20 años, muy superiores a los ocurridos en los últimos cien y cree que habrá que pasar por desastres significativos debido al caos climático y al agotamiento de los combustibles fósiles, para que se pueda cambiar el curso de los acontecimientos.

Si todas estas reflexiones las llevamos a la situación actual que vive el mundo, constataremos cómo las grandes crisis que se están produciendo tienen un impacto visual en los cambios climatológicos, con inundaciones, sequías generalizadas y plaga de incendios.

Al mismo tiempo, piénsese que un conflicto como el derivado de la invasión de Rusia a Ucrania ha zarandeado el consumo de alimentos tan básicos como el trigo y cómo una guerra en el corazón de Europa afecta a países como Somalía, Benin, Laos, Egipto o Sudán, los cinco países más vulnerables ante la escasez de trigo ruso y ucraniano. Finalmente, tras dos meses de duras negociaciones, se ha alcanzado un acuerdo para desbloquear la exportación de cereales, bloqueados en los puertos ucranianos.

Este bloqueo ha afectado al nivel de precios de productos de primera necesidad en el mundo occidental y ha propiciado, entre otros factores, un nivel de inflación no visto en los últimos decenios.

El mundo está globalizado y los foros (G-7, G-20) creados para la «gobernanza» del mismo no dan sus frutos deseados, por lo menos, para la mayoría de países.

La tecnología, ya hemos visto que no es la solución a estas desigualdades luego habrá que enfatizar el papel de los gobiernos de los países que tienen capacidad de decisión a nivel mundial pero sin olvidar a otros que han surgido con fuerza en los últimos decenios.

Estos gobiernos, allá donde se den las condiciones, en manos de corrientes progresistas deberán abordar estos temas que trascienden del corto plazo y que tengan en cuenta el cambio climático y su preservación. Las fuerzas conservadoras ya han dado claras muestras de no estar centradas en esta lucha. Pero la situación en el mundo nos hace ver el peligro del ascenso de fuerzas de extrema derecha, claramente negacionistas en estas materias. Veamos qué ocurre en Italia en las próximas elecciones.

Así como la socialdemocracia posibilitó el estado del bienestar tras 1945 en Europa, de igual forma deberá posibilitar un crecimiento sostenido y velando por la preservación de los recursos naturales y donde la tecnología sea una palanca para su consecución. Y podemos vivir en un mundo con un crecimiento universal y sostenido.

El modelo socialdemócrata de prosperidad compartida significa que los impuestos en un Estado universal de bienestar se hacen compatibles con un Gobierno transparente, un crecimiento ambientalmente sostenible, una sanidad universal y gratuita, una educación pública excelente, políticas de bienestar social y una voluntad de introducir reformas cuando surjan crisis, manteniendo los aspectos esenciales del modelo. Un modelo compatible con mercados abiertos y la existencia de grandes y eficientes empresas privadas.

Como puso de manifiesto Pedro Sánchez ante el Comité Federal del PSOE el pasado sábado en modo ecoverde, la emergencia del cambio climático que evidencia la ola de incendios, pone en evidencia que la socialdemocracia tiene una respuesta diferente a la de derechas o liberal.

Pero el foco no ha de estar en el crecimiento sostenible en sí, sino en el progreso sostenible, para lo cual el crecimiento es probablemente una condición necesaria pero no suficiente. El progreso debe ser sostenible desde el punto de vista político y ambiental. Enfrentamos la cantidad de producto frente a calidad del mismo.

Que todo ello trunque el pesimismo como el que se deduce de las reflexiones de Meadows.