El pasado viernes se clausuró el curso de la Universitat d’Estiu 2022, organizado en El Palasiet de Benicàssim per la Universitat Jaume I, que este año ha versado sobre el erotismo en la literatura. No voy a escribir ahora sobre todo lo que se dijo, que fue mucho y muy sustancioso, sino de algunos mitos y leyendas -sobre erotismo, o no- que, a no ser por malas entendederas mías, me llamaron la atención

Sabemos que, a lo largo de la historia, ha habido escritores consagrados que han escrito buena literatura con su parte correspondiente -o total- de erotismo o sexo, cuestión por otra parte que existe y ha existido en las letras desde siempre.

José Calvo Poyato, especialista en Historia Moderna y escritor egabrense nos recordó varios títulos de la literatura universal haciendo mención a la libertad que hubo antaño debido al menor control del Estado sobre la sociedad, desmitificando un tanto a la Inquisición que, según él, en lo sexual, condenaba sólo las conductas trasgresoras que afectaban al Dogma.

Por su parte, José Luis Corral, catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza, historiador y escritor, nos habló del erotismo en la Edad Media, recordando también la libertad que hubo durante la mayor parte de este periodo incluyendo las iniciativas sexuales de las mujeres, que destacaron en los siglos XII y XIII y desmitificando, en el debate posterior, el llamado derecho de pernada y lo de los famosos cinturones de castidad, que según dejó claro fue todo un invento interesado del Renacimiento para desprestigiar a sus antepasados como víctimas de un periodo negro. También habló de la reglamentación de la prostitución en esa época y de cómo en Francia, en 1500, hubo un tratado en el que se protegió a las putas. Y concluyó aseverando que la Historia -al menos la Medieval- no es lo que nos han contado.

En contraste con los tiempos pretéritos, la conocida novelista, también aragonesa, Luz Gabás, nos recordó la politización actual de la creación literaria que la hace muy condicionada.

El profesor de la UJI Santiago Posteguillo, meritorio organizador del curso -junto a la también profesora, Rosario Raro-, hizo mención a otro mito: la de una Cleopatra como mujer hipersexual y promiscua que se nos ha vendido -sólo tuvo dos amantes que fueron Marco Antonio y Julio César-, convirtiendo en verdad la imagen distorsionada que plasmó Augusto para desprestigiarla por el hecho de que no era romana, sino egipcia, aclarando que ciertas prácticas sexuales que en Roma eran un tabú, no lo eran en Egipto, como la felación, por ejemplo.

La polémica y premiada escritora Eugenia Rico que desgranaba sus ideas a una velocidad tremebunda dejó claro que toda la literatura es erótica y sexual, menos la literatura “sexual” que va de poder. Dijo también que el escritor o la escritora, cuando escribe debe ser hermafrodita, no debe tener sexo. Hizo una referencia a las vanguardias que, según dijo, eran estériles porque habían abandonado al lector. Habló de las brujas en la literatura y, conectando con ciertas desmitificaciones que había hecho Corral, comentó que en la Edad Media no se perseguía a las brujas y que había un cierto equilibrio, pero con la llegada de las universidades fue cuando se divulgó su existencia… y su persecución.

El especialista en la Grecia clásica, el valenciano Antonio Penades, hizo un repaso a los escritos y filosofía griega y a los personajes míticos. Recordando que Grecia era una sociedad muy judicializada; que no existía la idea del bien y del mal ni la idea de pecado y que el matrimonio era una institución para la transmisión patrimonial, pero que no servía para el placer que se buscaba sistemáticamente fuera del matrimonio, muchas veces entre un hombre maduro y un joven. Recordó, entre otros muchos hechos literarios protagonizados por mujeres, la lucha de Lisístrata para conseguir acabar con la guerra del Peloponeso.

Nuestra querida y prestigiosa autora segorbina la doctora en Filología Hispánica, Rosario Raro, autora, entre otras novelas, Volver a Canfranc, estuvo, como siempre, esplendida en su exposición sobre el juego entre lo sugerido, lo explícito y la imaginación.

Desde Sevilla y por vía internet, habló la periodista y escritora Eva Díaz Pérez, entusiasta de la novela histórica y del barroco sobre el que ha escrito varias novelas. Calificó el Siglo de Oro de contradictorio. Porque, junto al éxito del arte y de las letras, hubo también una misoginia por causa del empoderamiento de las mujeres que hizo que muchas de ellas tuvieron que entrar en un convento para ser más libres intelectualmente. Calificó a los místicos (con su carga de sensualidad) como lo mejor de nuestra historia literaria.

El catalán especialista en novela negra, Pere Cervantes, que fue observador de Paz para la ONU en Kosovo y también para la Unión Europea en Bosnia-Herzegovina -hechos que le sirvieron para inspirarse en alguna de sus novelas-, que entrevistó a muchas mujeres víctimas sexuales de la guerra, aseguró sin embargo que “la memoria es muy mentirosa” (refiriéndose sin duda a lapsus i errores varios). Y respecto al erotismo, considera que es muy subjetivo en cuanto a su aceptación, además de ser un territorio minado para un escritor de novela negra, porque rompe la trama.

Y, finalmente, la gran desmitificadora -¿o debería decir neomitificadora?- de las jornadas fue la catalana Noemí Casquet: joven periodista, escritora y divulgadora sexual, poseedora de una plataforma de educación sexual, además de activista LGTBI+…XYZ, saliéndose completamente del guion, se explayó, como excelente telepredicadora sexual y con sus maneras histriónicas, mantuvo despiertos a los alumnos de la última tarde después de comer. No habló del erotismo en la literatura, no, sino de sexo puro y duro, vamos, como si estuviera haciendo una terapia sexual, no a una pareja, sino a las multitudes. Comenzó pidiendo cerrar los ojos y tras hacernos sentir la respiración preguntaba si se podía vivir sin respirar, como para hacernos comprender, ¡pobres de nosotros!, que igualmente no se podía vivir sin sexo. Pidió levantar la mano a los que habían recibido educación sexual; creo que nadie se atrevió a hacerlo, aunque la educación sexual recibida por muchos de los presentes hubiera sido la de su tiempo y de su cultura, distinta a la que hoy se ha impuesto como fruto de un cierto pensamiento único y presentista (que hace mofa de la formación sexual de las generaciones pasadas, igual que dentro de 100 años, si es que todavía quedamos humanos en la Tierra, se reirán de la nuestra de hoy). Habló del clítoris y de su enervación -así como de los puntos, del “G” al… “T”, creo, en vulva y ano-, casi como exclusivo órgano de placer de la mujer. Preguntó si alguna de las presentes había fingido orgasmos (que la ilustrada sexóloga atribuía exclusivamente al deseo de la mujer de que el hombre que la estaba follando acabara de martirizarla). Planteó la típica cuestión de aquello de sexo sin amor o con amor. Y me sorprendió que se identificara con el sexo con amor, aunque fuera con quien follas en 20 minutos porque siempre hay algo aquí -dijo dándose unos golpecitos en pecho a la altura del corazón-. Repitió en varias ocasiones la frase: “cómo vamos a no necesitar sexo en la vida si todos venimos de él” y, por tanto, todos experimentamos el sexo. Pues bien, como no estaba yo seguro de haber entendido bien algunas cosas -estoy un poco sordo- me fui apuntando una serie de preguntas aclaratorias y comentarios para el turno de los alumnos. Pero a la hora de mi intervención decidí comentar sólo dos cosas: la primera reconocer la exposición tan cruda que había hecho, no sobre literatura, sino sobre sexualidad -que por otra parte casi todos los adultos conocemos y quien no la conoce es porque no quiere- y la segunda que considerar, como consideraba ella, que todos necesitamos del sexo “porque al fin todos venimos del sexo”, puede que dentro de poco no sea así, pues en un futuro no muy lejano pudiera ser que nos fabriquen en un laboratorio, o, peor todavía, que no necesitemos procrear porque seremos inmortales (La muerte de la muerte, de José Luis Cordeiro). No quise decir nada más, pues ¡a ver quién se atreve a cuestionar a una telepredicadora como ella! lo mejor es callarse como hizo la mayoría de la gente a la que a lo mejor le hubiera agradado preguntar o contradecir, tal como pude comprobar en los comentarios posteriores que tuve con otras personas… bueno, no todas, alguna hubo que se dejó seducir por tan teatralizada intervención y pude que también por la añoranza de tener una actividad sexual como Dios manda. ¡Perdón! Como Noemí manda.