Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Julia Ruiz

ENTRE COMILLAS

Julia Ruiz

El pinchazo del miedo

Manifestación en contra de la nueva vía de sumisión química a través de pinchazos EPC

Es un hecho probado que el patriarcado se revuelve ante los avances del feminismo y que, desgraciadamente, por cada paso logrado en materia de igualdad, hemos de contar un retroceso. Y eso, con suerte. Nunca hay empate porque para haberlo deberíamos partir de idénticas situaciones y, obviamente, no es el caso. En ocasiones, además, los zarpazos de la masculinidad hegemónica y tóxica son de tal magnitud que la regresión es enorme, diría que insoportable, porque deja secuelas e incide en el peor enemigo de las mujeres: el miedo.

Del cielo patriarcal nos ha llovido ahora a las mujeres la amenaza del llamado pinchazo, una modalidad de sumisión química que tiene como fin la agresión sexual y que, en principio, es muy difícil de prevenir. Ya no vale con tener que estar pendiente toda una noche de si alguien te echa alguna sustancia en la bebida, si no que ahora las chicas parecen abocadas a escrutar su cuerpo y cualquier sensación extraña en un momento y en un ambiente en el que lo lógico sería estar relajadas, divertidas, disfrutando del ocio y del merecido descanso tras dos años de semi encierro pandémico. Cualquiera con un mínimo de empatía puede hacerse a la idea de la sugestión que tal estado de alerta puede generar, te pinchen o no una sustancia química.

Y es que real o imaginario (da igual), el pinchazo concentra toda la esencia de esa estructura social y cultural de dominación masculina, sostenida en el tiempo, transversal en la historia, y que tanto daño ha hecho y sigue haciendo a las mujeres, limitando su desarrollo personal y profesional, mutilando su autonomía para ser y estar y ahora, también, para disfrutar, para divertirse, bailar o reir con la misma intensidad y libertad que sus compañeros varones. Es cierto que hay que huir del alarmismo y tratar de situar este problema dentro de los límites (todo apunta a que no es una práctica generalizada y existen muchas dudas sobre los casos reportados ) pero lo cierto es que es difícil no frustrarse, no reflexionar sobre qué sociedad estamos construyendo en la que la mera posibilidad de que estas cosas estén ocurriendo, no genere una gran ola de indignación.

Cualquiera que tenga una hija en edad de discotecas, que crea en la igualdad, en el feminismo, en el derecho a una sociedad de hombres y mujeres libres e iguales, tendrá un conflicto interno a la hora de dirigirse a su hija cada vez que salga por la puerta. Y es que el dilema es enorme. Al no regreses sola, no descuides tu copa, sumamos ahora, ten cuidado de que no te pinchen o si notas algo, busca a alguien, díselo a tus amigas. Mensajes lógicos que emanan de un miedo que desgraciadamente no es imaginario y que este diabólico pinchazo hace más grande, más insoportable. Una bola cada vez más pesada que cargan a cuestas nuestras jóvenes y adolescentes cada vez que salen de casa, en lugar de salir ligeras, poderosas, libres de lastres machistas.

Anda estos días en la cartelera un interesante filme de terror titulado «Men». Cuenta la historia de una mujer que busca refugio emocional en un pueblecito de la Inglaterra rural tras la traumática separación de un marido maltratador. La película es una especie de alegoría sobre cómo las mujeres están amenazadas por las diferentes formas de violencia de género. Ya han surgido algunas voces críticas que apuntan que la película incide en la idea de que todos los hombres son iguales. No comparto esta reflexión. Aunque lógicamente todos los personajes agresores pertenecen al sexo masculino, no deja de ser una representación que responde a la realidad sociológica de que son los hombres quienes de manera mayoritaria violan y abusan sexualmente de las mujeres. Polémicas al margen, la cuestión que de forma muy visual muestra Men es que las mujeres como colectivo están expuestas a una amenaza constante, sea leve o aguda, incorpórea o punzante, como un pinchazo, aquel que aunque no llegue a pinchar ya consigue amedrentar, aguar la fiesta a miles de jóvenes y poner trabas en el camino hacia la igualdad.

Compartir el artículo

stats