Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Tonino

La sección

Tonino Guitian

Ibicenca y de sobaquillo

Amanecer en Ibiza. Shutterstock

En mi urbanización acaban de anunciar Fiesta ibicenca de sobaquillo y he sentido cómo al espíritu de mis padres se lo llevaba un remolino de polvo. En su época dorada, cuyo epítome fue el matrimonio de Liz Taylor con Richard Burton, la gente era mucho más libre, auténtica y original que cualquiera de las modas buenrolleras de hoy. Y eso es porque ahora hay todo tipo de tendencias. Pero antes, lo que había era gente.

La palabra hippie proviene de la jerga del jazz negro. Hep, que se convirtió luego en hip. Significaba estar dentro, sentir, comprender. De hip surgió entonces el sustantivo hipster y luego el plural, despectivo y diminutivo, hippies. Fue un periodista quien lo acuñó para diferenciarlos de los square, esos americanos que ingresaban 3.000 dólares anuales para asfixiar su alma.

En 2022, fiesta ibicenca no significa amor, generosidad, comprensión y consideración con los demás, sino ponerse cualquier trapillo blanco como uniforme. No implica que vengan artistas e intelectuales de fuera, sino vender bebida barata. Ni hacer de la orgía y el nudismo una experiencia estructurada, sino un método para reducir esfuerzo a nuestras antenas de follar.

Yo sé que en un momento dado, la fiesta nos atronará con la conga de Jalisco, formando un alegre ciempiés humano. Porque tampoco en Ibiza cambiaba nada, aunque todo cambiara a su alrededor. Los fantasiosos somos los que insistimos en que las personas podemos ser elegantes y educadas. Pero València es como es, no como nos gustaría que fuera.

También Marx idealizaba a los proletarios. Los trabajadores eran más una idea que una realidad. Un concepto o una esencia, más que una verdad concreta. Y pasarían siglos hasta que el proletario se concretara en el idealista que vende sus ideales para redimirse de su miseria. La solución a todo es el Partido, que no es el pueblo, sino su negación. Revolucionarios profesionales que hablan para el proletario y en su nombre.

De algunas revistas de California de los 70, como The San Francisco Oracle, se pueden sacar textos expresivos del pensamiento simple y campesino hippie que tan bien encuadraba con la Ibiza rural: «No tenemos reglas. Si el capitalismo puede darnos la paz, estupendo. Si el socialismo significa guerra, es absurdo».

A fuerza de pretender supuestamente el bien, el capitalismo y el socialismo saben exactamente igual. Del mismo modo, hay un aroma que sale del almacén de los supermercados que lo unifica todo. Disuelve todos los productos en el aire frío y los vuelve a unir en un olor incalificable propio de cada cadena. Llega un momento en que una morcilla y un pescado nos saben exactamente a lo mismo.

Pero nunca debemos olvidar que el bien y el mal existen de manera muy diferenciada desde que perdimos el Paraíso. Las fuerzas del mal son enormes y cada vez tienen más medios, más poder y más adeptos.

Claro que he visto cómo tus sueños se convertían en desorden antes de desaparecer. Cómo tu empuje, tus ganas de saber y tu entusiasmo se deshacían en vergüenza al saber lo que pasaba de verdad. Todo se volvió negro cuando todo lo que amabas y en lo que confiabas te empezó a dejar solo. Vi a tus compañeros abandonarte y abrirse paso a codazos, sabiendo que solo un puñado de post-humanos sobrevivirá gracias a la esclavitud de masas, sometidas como ganado. Pero no fue el final, ¿verdad?

Conozco esa voz que te dice que si no saltas y acabas con todo eres un cobarde. He venido a decirte todo lo contrario. Si has escogido pasar este agosto con su atmósfera de sartén y sus carencias, si alguien ha querido escribir hoy otra página para los demás, no hay persona más valiente ni mundo dentro de vosotros que, al compartirlo, ilumine tanto con su comprensión.

Compartir el artículo

stats