El escritor británico de origen indio Salman Rushdie ha vivido durante 34 años sin miedo pese a la condena a muerte, en forma de fetua (fatwa), que dictó el régimen fundamentalista de Irán contra él por la publicación de Los versos satánicos. Suena a paradoja, a una actitud poco creíble, pero lo bien cierto es que Rushdie no ha renunciado en todos estos años a escribir con libertad, a expresar sus ideas, a viajar por el mundo, a impulsar lugares-refugio para colegas perseguidos… Acaba de pagar un alto precio por esa libertad tras ser agredido brutalmente en un centro cultural de Nueva York por un fanático aplaudido por las autoridades iraníes. Ha quedado malherido y marcado por la violencia a sus 75 años, pero estoy seguro de que Salman Rushdie seguirá luchando por la libertad y la tolerancia mientras tenga un soplo de vida. Tuve la inmensa suerte de entrevistar al autor de Hijos de la medianoche o El suspiro del moro en un hotel de Londres en el otoño de 1997. Rodeado de guardaespaldas y viviendo en la clandestinidad, Rushdie se mostró en aquella cita como un tipo tranquilo y amable, resignado a convivir con esa condena a muerte y, al mismo tiempo, enamorado de la vida y defensor de un mundo tolerante y multicultural. Su propia biografía de orígenes en una familia musulmana india, pero más tarde un hombre laico y de nacionalidad británica, explican su trayectoria vital y su magnífica obra literaria dedicada a resaltar las virtudes del mestizaje.

Con esa sonrisa beatífica, su barba y sus gafas, su aire de profesor universitario, Rushdie ya figuraba como un escritor consagrado cuando Los versos satánicos desataron una persecución de resonancias medievales, pero aderezada no sólo con ganar el cielo para sus asesinos, sino también con una recompensa de 3,3 millones de dólares. Por aquello de mezclar lo divino y lo terrenal, debieron pensar los patrocinadores de la fetua, con Jomeini y los sanguinarios ayatolás a la cabeza. Sin embargo, esa terrible ruptura en su vida y en su literatura no han impedido a Salman Rushdie desarrollar una carrera que lo ha situado como uno de los mejores autores en lengua inglesa de las últimas décadas. Así las cosas, resulta muy admirable que se sobrepusiera a esa condena y tejiera una obra llena de apelaciones a la libertad de conciencia y al mestizaje y opuesta, por tanto, a cualquier fanatismo religioso. Buena prueba de ese talante lo constituyen libros como Joseph Anton, su muy ilustrativa autobiografía; u Oriente y Occidente, una colección de relatos ambientados en esos dos ámbitos culturales. Partidario a ultranza de un tipo de civilización que establezca reglas democráticas y arrincone a la barbarie, Rushdie ha tenido una perspectiva idónea para tender puentes. Siempre con la libertad como bandera. En aquella entrevista en un hotel de Londres hace ya un cuarto de siglo, el escritor afirmó: «La gente tiene miedo a la libertad tanto en Oriente como en Occidente». Está claro que Salman Rushdie no ha tenido ese miedo. Esperemos que, a pesar del altísimo precio que ha pagado, siga defendiendo con valentía esa libertad de expresión. Como ejemplo para todos nosotros.