Hace unos años y por estas fechas de agosto, muchas familias tenían el ojo puesto en las asignaturas pendientes de septiembre de sus hijos. Las vacaciones se veían truncadas para preparar los exámenes de recuperación. Ahora en la ESO han desaparecido y en bachillerato las materias pendientes se recuperan en julio. Ejercían un papel de recordatorio de lo que se había hecho durante el año y que había que variar. No sólo podemos aplicarlo al plano educativo, sino a toda la sociedad. La historia podemos recorrerla a través de las asignaturas pendientes que le quedan por afrontar y solucionar. La sociedad española tiene que encarar muchas asignaturas pendientes, pero tiene una que llevamos arrastrando desde hace décadas y es que todavía hoy muchas personas son perseguidas y acosadas por militar en un determinado partido político, defender unas ideas o ser hijo de fulanito o fulanita. Este periódico se ha hecho eco, a partir de varios de sus articulistas, sobre lo que significó la ejecución de Miguel Ángel Blanco a manos de los asesinos y pistoleros de ETA. Ésta ha desaparecido, claro que sí, se la derrotó con la ley y la presión del Estado y la colaboración policial entre Francia y España. Sin embargo, hoy todavía existe, y no sólo en el País Vasco, una persecución, un acoso del nacionalismo independentista y abertzale a todas aquellas personas que no piensan de la misma forma.

Estos días hemos tenido que desayunarnos el acoso y las amenazas que ha sufrido Mikel Iturgaiz, el hijo del presidente del PP vasco, Carlos Iturgaiz, en las fiestas de Getxo. La Junta de Portavoces del ayuntamiento, con los votos a favor del PNV, PSE, PP y Elkarrekin Podemos, y por supuesto, con la abstención de Bildu, faltaría más, publicó un documento en el que decía: «Las amenazas e insultos contra un joven por ser hijo de un político, son la demostración de que en el País Vasco existen aún rescoldos de odio contra quienes piensan diferente». No olvidemos que hace ahora un año, como denunció en El País Mikel Ormazabal, el hijo de Iturgaiz sufrió amenazas de muerte cuando jugaba un partido de la liga preferente vizcaína entre el Gernika Sporting y el Askartza de Leioa. Algunos seguidores del equipo local le gritaban: «Fachita de mierda, te vamos a matar, te vamos a quemar vivo con tu padre». El trío arbitral así lo dispuso en el acta. ¿Hasta cuándo esta asignatura pendiente? ¿Cómo es posible que en el chupinazo de San Fermín los radicales sigan teniendo la fuerza para reventar un acto tan esperado e importante? ¿Recordamos lo que ha pasado este año cómo tres policías municipales fueron heridos por proteger a la corporación del Ayuntamiento gobernado por Navarra suma, escupiéndolos a gritos de fascistas y con la expresión siempre utilizada kampora, fuera de aquí? Hace unos días tuve la suerte de estar en País Vasco francés, el santuario de ETA, como lo calificó Álvaro Baeza en su libro ETA nació en un seminario. Paseando por las calles, por sus pueblos, experimentando la amabilidad de sus gentes, me preguntaba cómo fue posible que en esas mismas calles que estaba pisando, que en esos balcones y caseríos que contemplaba, se perseguía, se delataba y se ejecutaba a personas de carne y hueso, como tú y como yo, que pensaban de una determinada forma y que hoy todavía perdura un señalamiento, un escarnio público y social intolerable. No podía dejar de pensar en la diana que le dibujaban en la pizarra de su clase a Fernando Savater en la Facultad de Filosofía de San Sebastián. En medio de la diana, Fernando kampora, Fernando vete. La belleza de un lugar no sólo puede darse en su aspecto arquitectónico, geográfico o físico, sino en la convivencia y la paz que se da entre las personas a todos los niveles.

A punto de iniciarse un nuevo curso escolar, va a depender de esas generaciones que se sientan en los pupitres que estos episodios desaparezcan, sean sólo enseñanzas y muestras de hasta dónde puede llegar el fanatismo y el odio y cómo pueden dinamitar y envenenar los principios más básicos de convivencia, libertas y respeto. ¿Superaremos la asignatura?