La perspectiva decrecentista –se puede vivir mejor con menos– no cuaja entre los aburguesados, ni mucho menos entre la ciudadanía ramplona, distraída en el mes de agosto, el único que da sentido a su precaria existencia. La clase privilegiada, siempre opresora, predica un discurso diametralmente opuesto –se puede vivir mejor con mucho más. Omiten que lo consigues cuando explotas a la clase trabajadora, pues no cabe otra alternativa, un modo de vida patrocinado por el Capitalismo y el Patriarcado. Uno espera miseria moral de la burguesía, esa élite desclasada ostentosa de opulencia sin ruborizarse. Alardean de privilegios en sus redes sociales, una insolente provocación a sabiendas de que la clase obrera aspira con suerte a un fin de semana en Benidorm. Si uno viaja a Tailandia y tiene conciencia de clase, mejor guardar silencio y discreción, porque quien dispone de dinero jamás lo logra lícitamente. Los privilegiados edifican sus fortunas aplastando a los desfavorecidos, convierten su vulnerabilidad en regocijo. El ridículo Padre Ángel repite el mantra de que el mundo necesita «amor». Mejor vendría repartir conciencia de clase y abolir la propiedad privada, el discurso de quienes predicamos la verdad revolucionaria. Mendigar amor nunca sirve de nada porque los ricos privatizan hasta los afectos, por eso aman a su estirpe con el mismo odio que a los derrotados.

¡Despierta, precariado! Agosto nos enseña la división de clases sociales, ¡podríamos vivir mejor con muchísimo menos! Disminuir la jornada laboral y los ingresos económicos, saborear la cotidianidad, romper el extenuante ritmo de vida impuesto por el capital, reducir drásticamente el consumo, reforzar el apoyo mutuo, compartir y no competir. Convendría expropiar a quien más tiene. ¿Se imaginan si pasaran a dominio público todas las piscinas «privadas»? ¿Privadas de qué? ¡Públicas! La perspectiva decrecentista establece una posición social horizontal, nadie es más que nadie, nadie disfruta más que nadie por su mayor riqueza, siempre ilegítima. La clase opresora pierde privilegios pero gana el reconocimiento de quienes la contemplaban como enemiga, pues, el apoyo mutuo nos beneficia a todas y todos por igual: lo que das te lo das, lo que no das te lo quitas. Prácticas de vida decrecentista: gente senecta conversando en la puerta de su casa al anochecer haciendo más soportable las consecuencias del cambio climático; la familia que disfruta en la playa sin mirar el reloj; el/la trabajador/a que duerme a pierna suelta soñando no ver nunca más a su jefe tirano; un servidor, cuya única obligación diaria consiste en leer la prensa y desayunar una tostada con tomate y queso.

Insisto: se puede vivir mejor con menos. Ganaríamos todas y todos. Perdería el Capitalismo, la clase privilegiada, el Patriarcado. Abunda la bibliografía si desean profundizar en la perspectiva decrecentista, lecturas estimulantes para las vacaciones. Pueden leer a Carlos Taibo o Serge Latouche. A buen seguro que se propone un cambio de paradigma existencial. Por mi parte que no quede. Palabra de un decrecentista en ciernes.