Eso cantaba Tom Petty, versioneado por el inmortal Johnny Cash. Un himno a la resistencia, y mucho más, a la conciencia clara de la propia identidad, que se rebela contra las imposiciones y sigue luchando, sin optimismos de nube de algodón, por un poco de humanidad en medio del humo del odio, la guerra y el oportunismo.

Recientemente se presentó el Tráiler de la película-documental Tricky Dick and The Man in Black, que narra lo sucedido cuando, en 1970, Nixon intentó utilizar a Cash como marioneta propagandística. Como se verá, el cantante, de una personalidad arrolladora, no solo no se dejó utilizar sino que convirtió aquello en una pequeña pesadilla para el presidente republicano. I won’t back down, desde el principio. Y a estas alturas del año, agonizando el tan esperado “verano de la normalidad”, no se me ocurre mejor eslogan para un septiembre que se antoja depresivo, ansioso y gris. Por supuesto, solo en nuestra cabeza. La realidad siempre va por otro lado.

I won’t back down. Si uno le da un par de vueltas, es bastante más que el “Resistiré” que agotó nuestros tímpanos allá por aquel confinamiento mortal, que para bien o para mal ya hemos olvidado. Los clásicos distinguieron siempre entre la virtud de la reciedumbre -ser capaz de resistir las contrariedades-, y la de la fortaleza, que es una actitud activa de superar las resistencias inherentes a cumplir cualquier propósito. Aguantar los palos o dar un paso adelante. Resistir o golpear. Resignarse o reaccionar. Cinismo o esperanza. Porque, no nos engañemos, en último término todo va de eso: esperanza o destrucción. Solo caben esas dos respuestas: afirmarse o conformarse.

Por estas fechas, hace doce años, me enteré de que Jorge, amigo y compañero, había sido diagnosticado de leucemia. Teníamos quince años, y comenzó una pelea que duró otros diez, hasta que falleció en 2020, poco antes de cumplir los veinticinco. A muchos que le conocimos y le recordamos, nos dejó una lección imborrable de optimismo y madurez, de alegría, fuerza, valentía y lucha. “Las personas somos capaces de llegar a límites impresionantes”, solía decir. Y era cierto. Viviendo cerca de la muerte durante dos lustros, nos enseñó a amar la vida con pasión, a mirar a los ojos al dolor y responder con amor al que tenemos enfrente. Comprendió aquello que había escrito poéticamente Martin Buber: “en contacto con el tú, llego yo a ser yo”.

El septiembre que comienza viene cargado de nubes negras en forma de guerra, inflación con gasolina, luz y gas a precio de oro y, por si fuera poco, líderes políticos bombardeándonos cada día con acusaciones cruzadas, anuncios de desgracia si los de enfrente ganan no sé qué elecciones, y las típicas chorradas del estilo. La depresión, la ansiedad y los TCA seguirán amenazando, como siempre, con hacer estragos. Y los que nos gobiernan o nos quieren gobernar seguirán queriendo aprovecharse de la inseguridad y el miedo para acumular poder. Pero el enemigo real, la desesperanza de cada uno, no saldrá en televisión: se infiltrará en nuestra conciencia buscando resignarnos, mantenernos frustrados y tristes. Solo cabe, si queremos seguir caminando, la certeza de que, pese a todo, podemos seguir diciendo aquello de Cash: I won’t back down.

Tenemos la libertad de no caminar solos, de buscar un sentido en el rostro del otro, de responder a la amenaza del mal con la esperanza de que podemos construir, en nuestro pequeño ámbito de vida, algo distinto. Hagámoslo.