El 24 de febrero nos dijeron: No tienes ninguna posibilidad. Pero el 24 de agosto decimos: ¡Feliz Día de la Independencia, Ucrania!». Esas palabras del Presidente Zelenski en la celebración del día nacional resumen a la perfección la evolución de la situación en los últimos seis meses de heroica resistencia ucrania frente al vasto ejército invasor ruso.

Cuando comenzó la invasión los europeos veíamos con un pesimismo extremo su desenlace. Es cierto que había razones objetivas para ello, como la superioridad en armamento y efectivos del que se decía uno de los ejércitos más poderosos del mundo. Sin embargo, pasamos por alto un factor que en el pasado hizo naufragar a otras salvajes maquinarias bélicas como la rusa: los ucranianos no tenían ni tienen otra alternativa que la fiera resistencia.

No se trata de una mera defensa de un territorio, se trata de defender su libertad, su sistema político, su lengua, su cultura, su historia, su sustento, su propia existencia. Sí, su existencia, pues quiero recordar que en varias declaraciones del expresidente ruso Medvedev y medios afines a Putin se apuntaba a la limpieza de Ucrania, y no eran meros brindis al sol como vemos en las pruebas que se acumulan de crímenes de guerra por ejecuciones sumarias de civiles y violaciones en las zonas ocupadas por los rusos.

Pasados seis meses, tras los que la defensa ucraniana ha obligado a los rusos a frenar su ofensiva, vuelven muchos europeos a su visión derrotista —disfrazada de un supuesto realismo político alejado de la realidad— a opinar que llegó el momento de negociar la paz y ceder territorios. Se vuelven a equivocar. La única salida para los ucranianos es la victoria y el motivo es exactamente el mismo: no tienen alternativa si quieren defender su existencia.

Dar concesiones a Rusia, un país totalitario que viola repetidamente las normas internacionales, que se comporta como un verdadero terrorista nuclear, que masacra a civiles y chantajea a la comunidad internacional con el grano y la energía, es legitimar su comportamiento, y lo peor, garantizar que en un futuro más próximo de lo que pensamos vuelva a hacer lo mismo.

Es importante que entendamos que Ucrania no podrá ser el país que sueña ser, al que tiene el derecho soberano y democrático a aspirar, si vive en la incertidumbre permanente de tener al invasor dentro de su propia casa, en su territorio, urdiendo la próxima anexión. Eso quebraría el proyecto personal de millones de refugiados ucranianos, ahuyentaría la inversión, sometería a la economía ucraniana al boicot permanente ruso en su propio territorio… para llegar a esa situación no están dando la vida los ucranianos en el frente. Luchan por ser una nación libre, próspera y europea. Luchan por parecerse a sus vecinos europeos, no a Bielorrusia.

Por eso —acabo como empecé parafraseando al Presidente Zelenski— la frase «Antes queríamos paz; ahora, victoria» tiene todo el sentido, porque la única posibilidad de tener un futuro es la derrota definitiva y retirada del ejército invasor ruso de Ucrania.