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Juan José Millás.

TIERRA DE NADIE

Juanjo Millás

No griten

 La vida de los votantes es paradójica porque parece que nos dan mucho, pero recibimos poco. Todas las formaciones políticas nos quieren seducir. Deberíamos sentirnos protegidos, pero nuestra sospecha es que volveremos a pagar también el pato de esta crisis, o lo que sea. Ya lo estamos pagando. Llevamos pagándolo toda la vida. Gobierno y oposición viven para nosotros, para que nos sintamos bien, para que nuestros salarios sean dignos, para que la luz y el gas no nos cuesten un ojo de la cara, para que la inflación no nos afecte. Pero no les sale, pobres, no les sale. Se pelean por nuestro bienestar y cada día estamos peor. 

 Tal vez si sus señorías se relajaran un poco resultarían más eficaces en su ayuda. Me pasa cuando estoy haciendo las maletas y viene, con la intención de ayudarme, alguien que solo logra ponerme más nervioso. No necesito más nervios, necesito un Orfidal. Pues eso, que no nos pongan nerviosos porque los gastos de la vuelta al cole ya nos han sacado de quicio. Nos vendría bien, en cambio, un poco de calma, un poco de sindéresis, sea lo que sea la sindéresis, incluso un poco de sintaxis. Un poco de orden, en fin. Estamos intentando sacar adelante una vida cotidiana más bien complicada. No nos la envenenen aún más con sus gritos.

 No griten. No se griten.

 No nos seduzcan a nosotros, sedúzcanse entre sí. Enamórense un poco mutuamente. Una vez enamorados, comprenderán mejor nuestras necesidades. Somos gente sencilla. Fíjense lo fácil que le ha resultado al PP mejorar en las encuestas. ¿Qué ha hecho? Sustituir a un tal Casado por un tal Feijóo. ¿A usted le ha cambiado la vida esa sustitución? En absoluto, pero lo ha percibido como un gesto de buena voluntad y lo ha reflejado en las encuestas. Darle la vuelta a una encuesta es sencillo, lo difícil es aminorar la desigualdad galopante y meter en cintura a las grandes empresas gasísticas y eléctricas. Dedíquense a eso y obtendrán, indirectamente, nuestro apoyo. Sumen sus fuerzas para doblegar la voluntad de estos gigantes, incluso al precio de que no los contraten cuando abandonen la política.

 Eso sí que resultaría seductor. De nada.

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