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La sección

Tonino Guitian

47 vidas

La serie española de televisión Siete vidas empezó su andadura cuando todo aún parecía creíble, dos años antes de la caída de las Torres Gemelas. El autor del argumento fue el propio Emilio Aragón, quien ideó la milagrosa recuperación del personaje, que hacía Toni Cantó, tras 18 años en coma. Después de los capítulos iniciales, los guionistas se dieron cuenta que las tramas, mostrando al recuperado comatoso muy sorprendido por el cambio de la sociedad española en su paso del franquismo a la modernidad, se iban agotando por falta de temas. De modo que hicieron una revolución en la productora para deshacerse de la idea original y marcar el acento cómico en la personalidad de los personajes, sin comparaciones temporales. Cambiando algunos actores, la serie permaneció siete años en antena con enorme éxito de crítica en sus guiones, hasta que fue desplazada por la serie Cuéntame.

No sé si ustedes comparten conmigo la sensación de que tras 47 años de democracia en España hemos pasado varias generaciones por una especie de catatonia de forma retardada. Espero que no, porque los síntomas de este síndrome neuropsiquiátrico incluyen rigidez motora, estupor, mutismo, negativismo, mirada fija en el vacío, y apariencia de no tener signos vitales.

Pero estoy seguro de que si España se dejara tratar sus dolencias por un psiquiatra alemán, ruso, inglés, francés o estadounidense, todos darían el mismo diagnóstico: “Claro, eso le pasa a usted por haber acabado con el franquismo sin haber terminado con él. Su país está viviendo ahora, sin haberse dado cuenta, en un nuevo régimen de Neo Franquismo Barroco Moderno, dentro de un mundo globalizado que no acaban ustedes de digerir. Pero tranquilo, que con unos toques económicos más, quitando la sanidad pública y las pensiones, y perpetuando a los jueces del Consejo General del Poder Judicial, al Jefe del Estado y a ese sistema de partidos llamado bipartidista, van a poderse despertar en nuestro nuevo mundo sin el menor asombro”.

Respecto al personaje de David en Siete Vidas -que resbaló en la ducha el 23 de febrero cuando se disponía a perder la virginidad -hay una parte de mí completamente antagónica. Porque lo que parecían grandes cambios entonces, como que la Guardia Civil dejara de usar capa y tricornio o que vida nocturna se alargara hasta la mañana entre nubes de marihuana, pastillas y cocaína, se ha transformado en las mañanas de sábado en Expojove llevando a los niños a conocer a las Fuerzas de Seguridad del Estado o a tomar un salutífero brunch en Ruzafa o en la Fábrica de Hielo antes de ir a comer con los abus. Todo podría haber transcurrido perfectamente con el sucesor que hubiera designado el Generalísimo, y hasta con él mismo, puesto que le derrotamos sin combatirlo y tras unos pactos muy cabales. Ambos hubieran visto con buenos ojos hasta los matrimonios de mismo sexo, después de comprobar que las nuevas parejas no viven en el pecado como Cernuda, sino que tienen hijos y nietos; o pareja abierta: o se alcoholizan, como Dios manda.

Yo creo que todo ese afán por ser los valencianos los que más vivíamos sin dormir, los más viciosos, los que más despreciábamos las normas, ya tenía un cierto aroma a deseo de estabilidad pragmática y de sesión de fotos -modernas, eso sí- en los Jardines de Monforte. El alma de las gogós con cara de vampiro de los ochenta ha descubierto con el tiempo el instinto de madre de familia, igual que la modernísima musa de la modernidá, McNamara, ha llegado a Falange tras el arrepentimiento. La revolución de los 70-80 consistió en dar muchas vueltas antes de reconocer que siempre quisimos ser como nuestros padres. Y podernos demostrar que también podemos tener salud, fe y optimismo en el futuro, como ellos, cuando eran los ignorantes a ojos de sus hijos, esos que no iban a transigir con nada.

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