Como se me tacha de ser siempre crítica, y algo de cierto hay, tengo hoy la satisfacción de poder decir por este medio lo que ya he dicho en algunos actos públicos y en alguna publicación escrita, que tiene mucho de satisfacción por algunas actuaciones de los representantes de la «cuarentona» Comunitat valenciana.

En muchas ocasiones, como buena parte de la doctrina, he criticado la partitocracia que nos invade y que se ha apoderado de todas las instituciones. También critiqué el «teatrillo» de los primeros y más graves meses de la pandemia en que salían unas personas en televisión constantemente confundiéndonos a los sufridos y temerosos ciudadanos; entre todos no aclaraban nada y hasta nos mareaban o al menos a los que siguieron viéndolos porque yo a la segunda semana ya vi lo que aquello daba de sí y nunca más los vi.

Pues bien, estando en el 40 aniversario del Estatuto de Valencia (o de la formalización de su autonomía), es una buena ocasión para felicitar a los valencianos y en especial a quien nos representa, el Sr. Puig, del que cuando asumió la Presidencia no pensé yo que resultaría lo que ahora no puedo sino manifestar con satisfacción.

Comenzando por mi segunda y repetida queja en relación con la pandemia, he de decir que no ha habido una sola comparecencia del Sr. Puig que no me haya parecido seria, consciente del peligro, pero sin exageración ni excentricidad, sin atribuirse el mérito de los que no habíamos muerto, siempre transmitiendo calma desde su serenidad, sinceridad y hasta humildad (en la cuestión, al menos). Más de una vez he dicho que «esto era otra cosa» y que por suerte se había acabado con el «teatrillo» televisivo.

No sigo muy de cerca las políticas locales, ni pienso invadir las funciones de los politólogos; puede por tanto que haya errores y/o aciertos por mi desconocidos, puede que haya sospechas jurídicas de las que se tengan que ocupar los jueces (y por tanto no me competen); pero sí hay algunas manifestaciones o decisiones que sí me importan mucho en la medida en que soy una ciudadana a la que le importa el Estado de Derecho, y me importa la realidad democrática que no se convierte en algarada sino en participación. Y como todo ello exige que se vaya suavizando la desafección ciudadana por todo lo que hacen y dicen los partidos y sus líderes, bueno es que, cuando hay ocasión de felicitarse, lo pongamos en valor.

Y en este sentido quiero referirme a la posición del Sr. Puig en la cuestión de la bajada de impuestos. Empezaré por decir que creo que a mí no me va a afectar y que no tengo por tanto interés directo en ello (y aunque me afectara, ello no impide la expresión de la propia opinión). No entro en cálculos, aunque el hecho de beneficiar a las rentas más bajas ya merece todo aplauso. Siquiera me pronunciaré sobre si es mejor subir o bajar pues para eso están los expertos (aunque no puedo dejar de decir que pagamos demasiado a la vista de como se «tira» o distribuye el dinero). Pero sí digo que el Sr. Puig no está actuando como «agencia» regional de su partido. Y ello me satisface. Parece que la Razón de partido (que ha sustituido a la Razón de Estado) también tiene sus excepciones que merecen aplauso.

Más de una vez he escrito que si las Comunidades Autónomas quisieran ponerse de acuerdo y dialogar, e intercambiar puntos de vista y realidades que lógicamente son bien diversas a veces, podrían ser el motor de la deseada reforma constitucional que sistematizara el Título VIII de la Constitución, lo adaptara a la realidad y lo «aproximara» al principio de igualdad... Quienes estén interesados en aprovechar la ocasión para otro tipo de cambios ya se dejarán oír (y también se «destaparán» ellos y sus intereses), pero ¿por qué no comenzar por aquello en lo que todos, absolutamente todos, estamos de acuerdo, que no es otra cosa que el Título VIII?

Pues bien, quiero acabar esta reflexión felicitando a los valencianos y a mí misma para terminar diciendo que también ha sido esta Comunidad la que dio el primer paso en Acuerdo del Consell de 2018. Creo que, pasada la pandemia que puede haber retrasado los tiempos, ha de retomarse su activación o, como dirían hoy los modernos, implementación. Es un buen punto de partida del que, también, felicitamos al Sr. Puig. Hay que ponerlo en marcha. Adelante, Sr. Puig, la personalidad valenciana no es de un partido. Es de todos.