Intenso inicio del curso político el de este otoño de vértigo, con los resultados de las elecciones en Suecia (11 de septiembre), Italia (25 de septiembre), Brasil y Bulgaria (2 de octubre) y más adelante en Estados Unidos (de medio mandato, el 8 de noviembre); sin olvidar, por el interés que merece el resultado, el referendo del proyecto de nueva constitución, en Chile (el 4 de septiembre), y por la aleccionadora reacción del gobierno ante la derrota, su lectura del resultado y las medidas que proyecta para el futuro.

SUECIA figuraba en nuestra mente juvenil como un paraíso democrático, un modelo a imitar y emular en el despertar a la libertad en nuestro país; sin embargo, como en la mayoría de los Estados europeos la democracia está siendo sometida en estos momentos a fuertes oleajes que persiguen, cuando no hacer zozobrar el barco, al menos un brusco cambio de su rumbo.

En las recientes elecciones el partido socialdemócrata de la hasta ahora primera ministra Magdalena Andersson fue el más votado, con el 30,3% de los sufragios, pero el conjunto de toda la izquierda sólo sumó el 48,8%, lo que se tradujo en 173 escaños de los 349 que integran el parlamento, por lo cual los progresistas han perdido el poder que ostentaban sin interrupción desde hace 8 años. El segundo más votado fue la formación de extrema derecha, Demócratas de Suecia (SD), con el 20,5% de los sufragios. El tercer lugar lo obtuvo el partido conservador moderado, de Ulf Kristersson, con el 19,1% de los votos, que en base a la exigencia de los otros socios de coalición deberá ser llamado a presidir el nuevo gobierno, siendo imprescindible, además de los cristiano-demócratas y los liberales, el apoyo de la extrema derecha, para sumar 49,8% de los sufragios y alcanzar así 176 representantes, que superan la mayoría absoluta de 175.

La colaboración del SD, en principio, no implicará la entrada en el gobierno de ministros de esa formación, se limitará fundamentalmente al apoyo parlamentario, pero es evidente que exigirán que su aportación sea generosamente compensada. Nunca la derecha democrática sueca había admitido gobernar con el apoyo de la extrema derecha; esto constituye un cambio mayor, un vuelco histórico en la trayectoria del país escandinavo.

El SD, creado en 1988, ha pasado del 5,7% en 2010, cuando hizo su primera entrada en el parlamento, al 20,5 % en el presente -llegando hasta el 40 % en algunas zonas del sur del país- y se convierte en la primera fuerza de derechas; ese ascenso imparable se traslada también a los escrutinios locales e impregna a los votantes de todos los escalones de edad, jóvenes y mayores. Al éxito contribuyeron los temas en los que consiguieron centrar la campaña: la criminalidad, la subida de los precios de los carburantes y de la electricidad, los problemas de integración de los extranjeros, siempre muy productivos para los populistas. Indudable ha sido también el efecto de la estrategia de la derecha democrática que ha ido sucesivamente aceptando determinados postulados patrimonio tradicional de los ultranacionalistas, por lo cual éstos han ido comiéndoles el terreno, porque los electores prefieren siempre el original a la copia. Queriendo normalizar al SD los partidos de la derecha han legitimado también el voto a su favor.

ITALIA. La derecha transalpina logró concurrir a los comicios aliando a los tres partidos de su abanico electoral: “Fratelli d’Italia”, liderado por Giorgia Meloni, el de la flama tricolor heredada del MSI, copiada por Le Pen en Francia, partido neofascista creado en 1946. “Forza Italia” -derecha moderada- de Silvio Berlusconi, tres veces primer ministro, se encuentra en decadencia, motivada por su avanzada edad, sus votantes se han ido deslizando hacia el partido que experimenta mayor tirón. Mateo Salvini, cabeza de “La Liga” -extrema derecha- que llegó a obtener el 35% de los sufragios en las elecciones europeas de 2019 se ha ido apagando, frente a la nueva estrella y a causa de los errores de su líder; entre ambos partidos se han establecido también vasos comunicantes que favorecen a Meloni. La coalición ha sumado el 44% de los votos.

La líder romana, por su ciudad de nacimiento, ejerció una pronta y larga militancia en grupos posfascistas y una continuada actitud euroescéptica; sin embargo, ha moderado su imagen, su programa no levanta una gran inquietud dentro de Italia, aunque sí en la Unión Europea, de la que Italia fue uno de los seis países fundadores y en la actualidad es su tercera potencia. A ello contribuye su convicción proatlantista y a favor de la actuación de Europa en la guerra de Ucrania, -que la opone también a La Liga-, su encuadramiento en el grupo conservador en el parlamento de Estrasburgo, la buena relación con Mario Draghi, cuyo principal colaborador Daniele Franco, podría seguir como ministro de finanzas en el nuevo gobierno. Sin embargo algunas voces advierten que si bien su programa no se identifica con un proyecto fascista, no es menos cierto que su hipernacionalismo - rechazo a la inmigración-, la defensa de valores como la familia tradicional, apoyo a la natalidad, el autoritarismo, el populismo, su propia biografía, permiten diferenciarlo de los partidos conservadores al uso y encuadrarlo como radical populista. Otro tratadista explica el éxito de Fratelli d’Italia por tres factores: La creación de una coalición que ha sabido sacar el máximo provecho al complejo sistema de escrutinio de los votos, el hecho que los italianos eligen sistemáticamente la alternativa, que ha favorecido al partido ganador, dado que desde su fundación ha estado en la oposición, apareciendo ahora como nuevo, y por último, salir de sus feudos tradicionales (Roma, el sur de la península, ciertos núcleos de Venecia) y haberse extendido a todo el país, desplazando a sus coaligados allí donde eran mayoritarios.

Tras la constatación de esos resultados es inevitable recapacitar como se ha llegado hasta aquí. ¿Por qué países de la Unión Europea, uno de cuyos valores fundamentales es la defensa de la democracia parlamentaria se van a ver gobernados por quienes no creen en ella?

Cambiando la estrategia del cordón sanitario por la del trampolín, el principal partido conservador ha ayudado poderosamente a los Demócratas de Suecia, nacidos de un partido abiertamente neo nazi en su empresa de desdiabolización”. Con estas diáfanas palabras explicaba en su editorial un diario francés el terremoto electoral sueco. Otras causas arriba enunciadas confluyeron más claramente en Italia, también la inestabilidad de los gobiernos, sus constantes alternancias. Ese cordón sanitario que en Francia denominan “frente republicano” implica que los partidos democráticos no lleguen a acuerdos con los antidemocráticos, no busquen su apoyo, porque una vez instalados aprovecharán el poder para dañar el sistema.

Tras la caída del muro de Berlín, el año 1989, se inició en el mundo una evolución sociológica, la democracia liberal está triunfando sobre el socialismo. Figuras emblemáticas como Blair, Schröeder y Clinton debilitaron a la socialdemocracia, privilegiando la “tercera vía”, social-liberal. A ello contribuye también en Francia su actual presidente que accedió al cargo en 2017 pretendiendo superar la vieja división derecha-izquierda. El resultado está siendo la casi desaparición de los partidos tradicionales y el desencanto y desconexión progresiva del electorado popular, que se refugia en la abstención o en el voto extremista. Se ha impuesto un populismo en el que los líderes reivindican el poder usando una retórica destinada a oponer las élites al pueblo, se ha pasado de una política fundada sobre la búsqueda del consenso a otra cimentada en el conflicto, en palabras de una profesional del derecho.

En un plano menos filosófico puede constatarse que desde la crisis de 2008 los ciudadanos de las clases media o baja han ido viendo reducirse su poder adquisitivo, empeorar sus condiciones de vida, empobrecerse, por la desbocada inflación, los insuficientes sueldos que no se actualizan en proporción ajustada, la mundialización de la economía, la polarización de los empleos, los elevados precios de la vivienda, de la educación y de la salud, que los obligan a derivar la compra en Mercadona hacia Lidl y los inclinan a emitir un voto no razonado, reflejo de su cólera. Las clases medias, tradicionales barreras frente a los extremismos, tienen el sentimiento que los más ricos no contribuyen, que sus impuestos son muy elevados, que pagan por todo el mundo, por los más pobres, por los subvencionados, sin que a ellos se les permita el acceso a ninguna ayuda asistencial.

Nuestro país va a desarrollar en el próximo año 2023 procesos electorales de suma trascendencia: municipales, autonómicos y la culminación en los generales, al Congreso y al Senado. Todos somos conscientes del ambiente enrarecido que ha predominado esta legislatura en la que el gobierno ha sido sometido a situaciones muy complicadas que ha resuelto con solvencia, en condiciones muy adversas, sin contar con apoyo ni comprensión de una oposición desleal.

Yo sueño un país donde nos hablemos de nuevo”. Esta frase la pronunció Michel Rocard cuando fue nombrado primer ministro por Miterrand en 1988. Es necesario que nuestros representantes retomen el diálogo, el discurso sincero y el “juego limpio”, la ética, el debate ilustrado; la democracia lo necesita. Nuestras normas y decisiones fundamentales fueron adoptadas en el pasado en un ambiente más sosegado que el actual, cuando predominó el deseo de llegar a acuerdos sobre el egoísmo de mirarse al ombligo y no elevar la vista a un horizonte donde todos quepamos y convivamos en paz y armonía.

¿Que puede hacer la socialdemocracia para evitar aquí lo ocurrido en Suecia e Italia? Dos destacadas figuras de la izquierda francesa, sorprendidos porque Melanchon (líder de la extrema izquierda) obtiene más votos entre los burgueses del centro de las ciudades y en los barrios de inmigrantes que en los suburbios periféricos y en las zonas rurales, donde es superado por la extrema derecha, extraen la conclusión de que la izquierda ha devenido, a los ojos de muchos electores, el “campo de los asistidos” y deberá volver, para atraer a sus votantes a la defensa prioritaria del trabajo, de los salarios, de su justa remuneración y a resaltar el bienestar que deriva del mismo.

Si solo quereis ocuparos del feminismo, de la ecología y del movimiento LGBT , os dejais partes enteras de la sociedad desheredados políticos, que terminan por votar al FN”, (a la extrema derecha). (Didier Eribon, escritor, perteneciente a uno de esos colectivos a los que él alude). Por tanto, hay que dirigir la atención a todos los públicos, incluyendo tanto a los electores acomodados, a los que son victimas de discriminación, a las clases populares a las que preocupa la inflación o el deterioro de los servicios públicos. Esta idea ha levantado, obviamente, una gran polémica. El tema renace siempre en las situaciones de crisis económica como la actual y está permanentemente, cómo no, en boca de la derecha, y existe riesgo de que se pueda convertir en motivo de tensión entre los que trabajan y aquellos que están en paro y no se esfuerzan por salir de esa situación, se acomodan a las subvenciones. La conclusión apunta que el lugar otorgado al trabajo no debe ser objeto de polémica ni en la derecha ni en la izquierda, no hay sociedad sin trabajo, es la única fuente de subsistencia para la humanidad, la aspiración a la ociosidad, los rentistas, son de otra época. Marx no lo cuestionó jamás. Ahora bien, el trabajador debe ser respetado, no puede ser explotado ni tratado como una mercancía. Para protegerlo y mejorar sus condiciones laborales se ha ido elaborando el derecho social. El concepto de trabajador debe abarcar a los que están en activo en cada momento y también a los que han trabajado hasta ese instante o tienen vocación de hacerlo cuando se dan las condiciones para ello, incluye por tanto a los parados, inválidos o enfermos, retirados por jubilación. La izquierda no puede renunciar al objetivo del pleno empleo y debe a la vez proteger al trabajador impedido para faenar.

Los socialistas tienen que controlar las desaveniencias, dentro del partido y con sus socios de gobierno, que no se exterioricen, dando pasto al contrincante. El debate es necesario, las discrepancias comprensibles, pero hay un ámbito para su exposición y un momento para ponerlas en la balanza frente a los que sostienen otras fórmulas, otras ideas, otros métodos.

La socialdemocracia renacerá con fuerza, pasarán las horas bajas. Basta mirar a nuestro alrededor, está gobernando en muchos países, en otros ejerce la oposición por solo unos pocos votos de diferencia. En Francia, donde más ha sufrido, pasando de ganar las elecciones presidenciales y legislativas en 2012 al insignificante 1,75% en la primavera pasada, algo se está moviendo para que el PS renazca y recobre su autonomía. En Gran Bretaña no ha pasado un mes del nuevo gobierno de Liz Truss y las primeras medidas adoptadas han creado el pánico; los laboristas, con su nuevo líder Keir Starmer, más centrado que su predecesor Jeremy Corbyn, “ha cambiado al partido laborista y ahora está preparado para cambiar la Gran Bretaña”, comentaba uno de sus colaboradores. En los últimos sondeos aventajan claramente a los conservadores y sueñan ya con recuperar el poder en las primeras elecciones.

La política no es el arte de lo posible, es el hecho de hacer posible lo que es necesario”, sentenció Richelieu. Es necesario para nuestro país y para la Unión Europea que la socialdemocracia sea el eje del poder, hagamoslo posible.