El señor Carlos Mazón, político del Partido Popular valenciano y aspirante a ocupar la presidencia de la Generalitat se ha descolgado estos días pasados con el anuncio de una ley, en el caso que llegue a sentar sus posaderas en el Palau de la Plaza de Manises, contra las entidades -para él- “catalanistas” que reciben ayudas o subvenciones del erario público. Una cosa así, como una “blacklist” o lista negra para todas aquellas asociaciones, grupos, instituciones culturales, etc. que hayan tenido la mala costumbre o tozudería de publicar, difundir, promover, fomentar, proteger y como no, expresarse en valenciano. Ese mismo valenciano que hace noventa años unos ilustres patriotas sellaban su unidad con sus vecinos del norte y de “mar enllà” en lo que se conoce como “Les Normes de Castelló”. Supongo que el señor Mazón será una persona mínimamente ilustrada y tendrá conocimiento de lo que significó este acuerdo lingüístico que se firmó en la capital de La Plana. Lo que todavía no sé, es si el señor Mazón y los que le asesoran incluirán también en su blacklist, entre otras, a la Real Academia de la Lengua Española que reconoce la unidad lingüística, las universidades, escuelas de idiomas y ya no les digo, la Acadèmia Valenciana de la Llengua que se dedica a promover a figuras tan “diabólicas” como Joan Fuster con motivo de su centenario.

En los años de la llamada guerra fría, el senador republicano Joseph McCarthy se dedicó a perseguir a manera de cruzada al Hollywood sospechoso de simpatías comunistas o izquierdistas creando listas negras donde fueron a parar directores, actores, escritores, guionistas, que vieron como se les cerraban las puertas por parte de productores y teniendo que exiliarse o pasar a escribir, como en el caso de algunos guionistas con seudónimo. Ya veo al señor Mazón emulando al infausto senador, repartiendo carnets de “buenos “ y “malos” valencianos con su futura ley identitaria. Una vez más el analfabetismo cultural y la política rancia de la derecha valenciana vuelve a enseñar sus credenciales más lúgubres. Aquí no se trata de preservar o defender el uso del valenciano sino de excitar al personal y obstaculizar toda señal de normalización con tal de rascar unos votos de más. O acaso al señor Mazón o su compañera de partido, Maria José Catalán, les importa que haya un teatro en valenciano o que se editen y difundan los clásicos valencianos, que se recupere nuestra tradición musical popular, que se fomente el audiovisual en valenciano o que la narrativa valenciana esté viviendo un excelente momento de creación. No les importa. Por no decir esa expresión tan ilustrativa y celtibérica: Les importa un rábano. En eso no se diferencian mucho de otros partidos de derechas , cuyo ideario siempre pasa porque el fomento, en este caso del valenciano, va en detrimento o perjuicio del pobre castellano o español y sus 580 millones de hispanohablantes. Preservar el valenciano como manda la Constitución en su artículo 3º, promover su uso, otorgarle una dignidad cultural, aquí, entre nosotros, como viene ocurriendo desde hace ya demasiados muchos años, conlleva siempre la etiqueta de catalanista, nacionalista, separatista, etc. La condena eterna al fuego redentor.

Supongo que el señor Mazón como sus compañeros de partido serán unos acérrimos defensores de eso que se llama el libre mercado, así que entenderán que para un editor o escritor en valenciano, pongamos el caso, poder facturar, editar o publicar más allá del Sènia, en aquellos territorios donde comparten unidad lingüística y por tanto un público y lectores, resulte la cosa más natural y sin duda necesaria. Como debe ser la cosa más natural que un escritor o poeta valenciano sea premiado en Barcelona, Tarragona o en Mallorca, y viceversa, un escritor de Barcelona o de Andorra sean reconocidos a este lado del Ebro. Lo demás, levantar barreras, promulgar leyes censoras, emprender cruzadas inquisitoriales, perdonen que les diga señores del Partido Popular, tiene poco que ver con los principios de tolerancia y libertad con los que a menudo se les llena la boca.

En estos momentos donde volvemos a ver a la derecha más zafia e inculta, no está mal recordar aquellos “Senyors de València”, personajes como Martí Domínguez, Adolf Pizcueta, Joaquín Maldonado o políticos como Joaquín Muñoz Peyrats o Josep Lluís Barceló, que desde el liberalismo y la derecha, supieron comprometerse con la cultura y la lengua del país. Clase y ejemplo.