En el contexto de la celebración de los 40 años del Estatut, conviene hacer balance de lo sucedido, un tiempo crucial para la vida de la ciudadanía valenciana. Los cambios se pueden analizar desde diferentes aproximaciones, pero lo abordamos desde ese Viaje a la dignidad que propugnamos en la Fundación Novaterra. De los cuatro sistemas que constituyen nuestro Estado del Bienestar, analizamos los tres que son responsabilidad normativa y de gestión de la Generalitat: Sanidad, Educación y Servicios Sociales.

La distancia entre el momento actual y la respuesta sanitaria existente en los inicios de los años ochenta es realmente muy significativa. Los cambios son evidentes, desde la universalización de la atención a toda la población, la existencia de una generosa cartera de servicios distribuida entre dos niveles de atención, especializada y primaria, con una diferencia fundamental, la dependencia única del gobierno autonómico. Nadie duda en identificar a la respuesta asistencial actual como la joya de la corona, algo que se ha puesto en evidencia ante la pandemia de la COVID.

A pesar de los logros alcanzados, es evidente que existen lagunas que no han sido subsanadas. Una de las más relevantes es la falta de personal para atender las necesidades que han ido creciendo de forma exponencial. Posiblemente, la principal causa para esta disonancia ha sido la falta de planificación para adecuar la formación del personal sanitario a los requerimientos del sistema, circunstancia que viene agravada por un abordaje presupuestario insuficiente. Otro elemento a considerar es la falta de coordinación entre niveles asistenciales que provoca inequidades, falta de respuesta ágil en numerosas ocasiones y dos temas cruciales para la sociedad valenciana que siguen sin solución, la salud mental y la cronicidad en sus distintas formas, ambas con la necesidad de disponer de un adecuado modelo de intervención social y sanitario, completan la lista del debe.

Los retos para el futuro próximo vienen de la necesidad de lograr un nivel de adaptación tecnológica, adecuar las infraestructuras y las posibilidades asistenciales, así como atender a la situación originada por la despoblación y sus consecuencias. Otras situaciones no resueltas, tienen que ver con la mejora de la eficiencia del sistema, especialmente en materia de gasto sanitario y de resolución de las demoras en la atención, y la intervención comunitaria considerando los determinantes sociales de la salud y los hábitos de vida saludables.

En cuanto al segundo de los sistemas en intensidad presupuestaria, educación, tampoco admite muchas comparaciones entre hoy y la situación de origen previa al Estatut. El desarrollo de la competencia educativa ha provocado la desaparición del analfabetismo hace ya muchos años, el despliegue de la red de centros públicos por todo el territorio, y la consolidación de la calidad educativa; son las grandes conquistas. En cuanto a las universidades públicas valencianas salen muy bien paradas en las listas comparativas internacionales. Quedan asignaturas pendientes como el fracaso escolar, el aprendizaje con solvencia de una segunda lengua extranjera. Continúa sin articularse, además, un sistema de formación profesional eficiente que conecte con las necesidades reales del sistema productivo. Por último, destaca la necesidad de una financiación adecuada de las universidades valencianas porque, sin inversión, no hay posibilidad de avance hacia un proceso de digitalización e internacionalización que no se lleva a cabo por falta de recursos humanos y materiales.

En cuanto a los retos, entre los más relevantes, el acceso generalizado al nivel de preescolar en la estructura pública, la incorporación tecnológica generalizada en todos los niveles, completar la red de infraestructuras, que sigue siendo deficitaria, y evitar que los determinantes sociales sean un elemento de selección a la formación superior.

Y, para finalizar, analizamos a la cenicienta del bienestar, los servicios sociales, único de los tres sistemas que se recoge como competencia autonómica plena. Aquí realmente se partía de cero y las escasas prestaciones y servicios que existían tenían un diseño obsoleto, tan alejado del tiempo nuevo, que hacía imposible que ninguno de ellos pasara a formar parte de la red asistencial del sistema recién creado. Prácticamente descansaba en centros asilares, grandes instituciones que acogían a menores sin familia o a mayores que no tenían recursos propios.

Posiblemente la gran aportación, en estos cuarenta años, ha sido la infraestructura municipalista de configuración de la atención primaria y una red de profesionales que ahora atiende a los ciudadanos, con criterios de profesionalidad, desde una estructura de proximidad. La atención en grandes centros asistenciales ha sido sustituida por pequeñas residencias y alternativas no institucionales que ofrecen una forma de intervención más humanizada. Entre las cuestiones a resolver de manera urgente se encuentra la revisión del modelo de residencias de mayores, que la pandemia ha sacado a la luz por sus graves carencias que requieren de una revisión urgente. La insuficiencia presupuestaria es un clamor en los distintos niveles de intervención, a pesar de la gran inversión realizada en estas cuatro décadas. Igualmente es indispensable la gestión coordinada entre administraciones en materia de lucha contra la exclusión social, especialmente en las políticas de renta básica.

Los retos de futuro pasan por universalizar realmente el sistema, un extremo recogido en el marco del propio Estatut; encontrar fórmulas alternativas al ingreso residencial, vinculadas a la atención domiciliaria; y, fundamentalmente, llevar a cabo una política de lucha contra la vulnerabilidad que aborde de manera integral los núcleos familiares, en coordinación con otros pilares del bienestar como la vivienda y el empleo.

El camino recorrido ha sido largo, los logros alcanzados importantes. La memoria debe servir para reconocer que somos mejores como pueblo y que hemos avanzado en la consecución de nuestros principales derechos sociales. La esperanza nos debe acompañar para reivindicar la solución a las carencias de tipo social que todavía perviven, y soñar con un futuro solidario construido con el esfuerzo y la participación de todos, y especialmente del Consell de la Generalitat, conforme compromete el artículo 10 del Estatut d’Autonomía del que celebramos sus primeros 40 años de vida.