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Martí

Salva Carxofa a la "lluna de València"

La muerte de uno de los grandes animadores de la noche de los ochenta rescata la mejor movida que ha tenido esta ciudad

Salva Carxofa pinchando en la mítica sala del Paseo de la Petxina. garcía poveda

La memoria sentimental de esta ciudad se nos va por las esquinas, y a veces por las alcantarillas. Gracias que tenemos a García Poveda, Angelito Torna y Rafa Gasent, entre otros, que nos van recordando con precisión de dónde venimos, por si se nos olvida. El otro día se fue de vacaciones Salva Carxofa, una de las almas más inquietas de los últimos años. Para que nos entiendan esos adanistas que andan sueltos por ahí predicando advientos, sería el tiktoker del momento. La última vez que lo vi fue hace más dos años en el IVAM, en la inauguración de la exposición ‘Contracultura: resistencia, utopía y provocación», que reunió a los héroes del tardofranquismo que abrieron las murallas para qué entrará la brisa mediterránea en València. Allá se le ve feliz junto a la Rampova y José Campa, en la imagen que colgó Angelito para darnos la noticia de su muerte. Salva abrió y cerró muchos garitos, como el mítico La Marxa, luego El Mordisco o el irrepetible Nou Carxofa. Como han dicho sus amigos, Salva era capaz de servir copas, fumarse un cigarro, mantener varias conversaciones a la hora, y pinchar la mejor música, donde era uno de los mejores. No solo me hizo descubrir a Lou Reed, sino comprobar en aquellas largas noches de La Marxa que la fiesta es la gimnasia de la razón.

Continental. Carxofa formaba parte de esa leyenda de grandes emprendedores que montaron garitos de libertad donde además de beber y amar, se hablaba de cine, literatura y arte, cuando el postureo no solo estaba prohibido, sino que era perseguido por el derecho de admisión. Aquella València contracultural y libertaria tenía una cita obligada antes que saliera el sol, Continental. Aquel antiguo almacén de patatas junto a la antigua cárcel Modelo, reconvertido en 1985 en una sala de conciertos de las bandas de la movida valenciana que cerraba casi al mediodía. Después de los conciertos, Salva Carxofa ponía una música homologable a cualquier club londinense, porque los mejores modernos de entonces iban a visitar el Támesis, para ver por donde estaba el norte de la brújula de la música y la moda. Entre medio de aquella gran pista, los escalones de gradería y la larga barra, se entremezclaban futuras ministras, artistas, aspirantes, rockeros, poetas y tribus urbanas de cualquier pelaje en la sana colegor de la mejor noche del país. Y aunque algunos también paseaban por la ruta, el Continental era un valor más seguro, porque cuando salías tenías la opción de autobús, el taxi, o incluso los siempre fríos bancos de piedra de la baranda del viejo cauce

Laberintos. El también demasiado olvidado Max Aub dijo que uno era de dónde había estudiado el bachillerato, que es la más inteligente definición identitaria hasta el momento. En una voltereta que espero no me tengan en cuenta los ortodoxos del autor de El laberinto mágico, creo que uno es más de dónde se ha embriagado más veces, no solo en la acepción alcohólica, sino en los efluvios de la auténtica libertad nocturna, aunque eso desgraciadamente solamente se sabe con el paso de los años, que con las pérdidas irreparables, como la de Salva Carxofa, apuntan que las mejores guasas eran las de entonces.

Periodismo ciudadano en la plaza de la reina

Muchas noches encontraba a ‘El Flaco’, José García Poveda, en Continental, con su indumentaria habitual de chaleco de fotógrafo tipo safari y sus dos cámaras, una ligada al cuello y otra al hombro. Además de sus exitosas exposiciones, pocas a mi entender, El Flaco tiene uno de los mejores fondos de imágenes de los últimos años sobre València. Así que va siendo hora que alguna institución pública, o privada, ponga a disposición del público en general esa memoria viva, porque el valor del periodismo sigue intacto. Vayan a la plaza de la Reina a ver la exposición que este periódico ha instalado para conmemorar sus 150 años de historia para comprobarlo. Esa selección de primeras páginas que se ha realizado bajo la atenta mirada, y un gran trabajo, de historiadora de Laura Peris Bolta, en plaza pública, es un ejercicio de periodismo ciudadano de primer nivel, así como una invitación a la rebelión contra el corta y pega actual.

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