Hace unos años cayó en mis manos el libro de Eddy de Wind Auschwitz, última parada. Este médico neerlandés, psiquiatra y psicoanalista de origen judío sobrevivió al infierno en la tierra como se conoce al campo de exterminio más famoso del mundo. Tras su regreso a los Países Bajos en 1945, se especializó en el tratamiento de traumas de guerra y años después, tras la publicación de varios trabajos, fue el primero en estudiar el síndrome del campo de concentración o síndrome del superviviente dejando constancia de una traumatización transgeneracional. Otros nombres como Frankl, Levi, Anders, Agamben refuerzan esa literatura inmensa e inabarcable sobre el Holocausto. En mis años de facultad, cursando la carrera de Filosofía, este tema era recurrente y siempre me atrapó. Después lo dejé aparcado, pero cuando me adentré en el mundo de la educación volví a interesarme impulsado por mi compañero de historia, José Manuel Gil, que ha llevado a cabo uno de los mejores proyectos sobre la memoria y reconocido por el Ministerio de Educación, Arbeit Macht Frei. Supe enseguida que parte de mis horas lectivas irían dirigidas a tratar este tema donde se entrecruzan la filosofía, la historia, las religiones, los valores… en definitiva llevar a las aulas la advertencia de todos aquellos movimientos e ideologías que pueden poner en peligro la integridad de la persona humana a través de la violación sistemática de la dignidad humana. Hace unos días realizamos, por primera vez, el viaje de la memoria con alumnado de 2ªBachillerato a Cracovia para adentrarse en el barrio judío, el gueto de la ciudad y visitar Auschwitz.

A medida que avanzaba el viaje retumbaba en mi conciencia una parte del título de De Wind, ¿última parada? Fue la última parada para millones de personas, millones de historias concretas de carnes y hueso que murieron en esos campos de la vergüenza por la voluntad inmisericorde de unos fanáticos que estaban convencidos de lo que hacían. Pero nosotros, después de Auschwitz, ¿qué?, ¿nuestra última parada? Después de tantos años dedicándonos a esto, ¿se acabó? No es posible hacer borrón y cuenta nueva. Géraldine Schwarz, en Los amnésicos, nos recuerda que todo nuestro interés por estos temas, nos tienen que unir en un objetivo y no es otro que «vencer a los violadores de la memoria, a los falsificadores de la historia, a los fabricantes de falsas identidades y de falsos odios, a los cautivadores de fantasmas narcisistas». Y en este objetivo estamos todos metidos. No hay excepción porque hoy tenemos por doquier nacionalismos y populismos que analizan la realidad desde esquemas falsos y superficiales que explotan la vuelta de la identidad, de la supremacía y del odio a grupos que se les aplica la misma tabula rasa. Ideologías que se adentran en lo emocional, en las vísceras, en aquellas teclas que dividen y abren en canal culturas y sociedades enteras.

Para luchar contra todo ello, las generaciones jóvenes. El día de nuestra visita a Auschwitz hicimos un análisis de lo que habíamos vivido como colofón a estos años de estudio y reflexión sobre el tema. Lo que más me impactó fue que ante la pregunta que se plantea en la película de La ola, también a unos estudiantes, si esto podría volver a repetirse o si veían síntomas preocupantes en la actualidad que nos lleven a pensar que lo que se vivió se podría vivir otra vez, la respuesta fue que sí, sin titubeos, con argumentos de peso. Apuntaron directamente que hoy se analiza la realidad desde la pertenencia a ciertos colectivos y que hay temas que no pueden tratarse sin ser tachado y señalado. Destacaban la dificultad en la sociedad actual de debatir con moderación y que el pensamiento crítico destacaba por su ausencia. Que se insultaba en su mundo de comunicación, tanto cercano como en las redes sociales. Y hablaron del poco respeto entre generaciones. Ahí comprendí que Auschwitz no era su última parada. Tampoco la nuestra. Cada día nos tenemos que implicar, desde nuestras ocupaciones, de alertar sobre los peligros que hacen tambalear la convivencia. Ojalá que no nos bajemos en ningún andén y sigamos el apasionante viaje del entendimiento y la libertad.