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Maite Mercado

Reinas, madres y jinetes de dragón

Hasta dentro de dos años tendremos que aguantar los seguidores de las historias de Poniente para volver a ver a los Targaryen de ese mundo inventado por George R.R. Martin (GRRM), que acaba de anunciar que lleva tres cuartas partes escritas de la última entrega de la saga «Canción de Hielo y Fuego». Cuando lo acabe probablemente habremos visto ya el spin off sobre qué pasó con Jon Snow tras matar a Daenerys y exiliarse más allá del Muro, y seguro que nada tendrá que ver con el desenlace en el que trabaja GRRM a velocidad de copista medieval.

Para la segunda temporada de «La casa del dragón» los guionistas no tienen problemas porque disponen de material de sobra en el primer volumen de «Fuego y Sangre». El plano final de esta primera tanda de diez capítulos es la mirada de dolor de Rhaenyra que conduce a la guerra que había estado evitando por responsabilidad como la reina que su padre quiso que fuera.

La «danza de dragones» promete escenas espectaculares en el aire como la del último episodio donde, una vez más, los creadores alteran las intenciones de los personajes respecto a las páginas de GRRM. La muerte de Lucerys no fue un accidente provocado por el descontrol de su descomunal montura, que más bien parecía un dinosaurio. Tampoco imaginó el escritor esa cena familiar en la que Rhaenyra y Alicent hacen las paces, ni que esta última se pusiera de parte de los golpistas liderados por su padre para coronar a su hijo porque malinterpreta las palabras del rey Viserys en su lecho de muerte.

Los guionistas nos regalaron también la conversación entre Alicent y la reina que nunca fue, necesaria para entender uno de los mejores momentos del relato hasta ahora: la aparición de Rhaenys a lomos de Meleys en la coronación del idiota y pervertido Aegon que no acaba con un «¡Dracarys!».

Mujeres jinetes de dragones, madres y reinas - posibles o en ejercicio - protagonizan la serie que ha perdido su variante aventurera para ser una intriga palaciega más parecida a «Los Tudor», con muchos partos y apenas sexo, aunque a Matt Smith (Daemond) le pareciera demasiado.

Del rodaje en localizaciones como Islandia se pasa a interiores a la luz de las velas. «La Casa del Dragón» no es «Juego de Tronos», aunque muchos la llamemos así. Las batallas áreas y terrestres en distintos territorios de los Siete Reinos que nos esperan en la próxima temporada pueden recuperar aquello que nos maravilló de la serie de HBO, si los creadores quieren y pueden. 

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