Estoy en la ciudad consorte. La misma en que, mientras se celebra uno de los certámenes cinematográficos más punteros, plurales y acogedores como es la Seminci, el vicepresidente de la Junta y ariete destacado de la escuadra de Abascal ha acusado en sede parlamentaria a Pedro Sánchez de ser el «líder de una banda criminal» y a día de hoy continúa adelante con su agenda oficial repleta en esencia de festejos taurinos y de eucaristías, puesto que como es bien sabido carece de cartera que gestionar si bien en junio se acercó a Segovia para entregar los premios del campeonato español de ponis.

Si no entona una filípica en honor de Millán Astray no será por falta de ganas. Pero no puede demostrar tanto como da de sí cada semana dado que otros correligionarios reclaman ansiosos su momento de gloria. La de palos que le llevamos dado al gobierno de coalición -al nacional, miren por donde- a resultas de la cantidad de veces que dos formaciones disienten a la hora de activar políticas concretas. En Castilla y León, por contra, nunca se da. En este caso al presidente no se le ocurre reconvenir ni por asomo a su segundo ni siquiera cuando proclama algo tan perverso como lo último que ha proferido y no lo retira. Mañueco se quitó de enmedio a su coaligado de Ciudadanos, adelantó comicios con idea de arrasar para abrirle el camino victorioso a Casado y ya ven dónde descansa este. Son por tanto las huestes de Feijóo quienes acogen en su seno a la tropa que necesitan para sus fines sin pararse a pensar en lo que están alimentando. O parándose.

Aunque miren para otro lado, ¿qué provoca esto? Pues que un inmunólogo de la universidad vallisoletana, Alfredo Corell, reconocido en 2018 con la distinción a mejor profe y alabado a raiz de la pandemia por sus intervenciones en los medios, haya denunciado carteles homófobos después de que tiempo atrás aparecieran octavillas al son de «Corell, maricón y socialista». Seguro que la Junta de su tierra lo ampara, segurísimo. Hoy, no...¡mañana!