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Juan Lagardera

NO HAGAN OLAS

Juan Lagardera

Gastrónoma se relanza

No es fácil llevar gente hasta la feria de Valencia enclavada en Benimámet, salvo que seas un productor o trabajes para una empresa que se juega las ventas comerciales. Los mirones suelen estar de más en una feria de especialistas. Te miran mal, incluso, si no eres un distribuidor en busca de suministros. De ahí que los eventos de vocación popular lo tengan más complicado para movilizar personas capaces de desplazarse a la periferia de la ciudad y perder mediodía, mínimo, en la visita. Solo Expojove, que arrastra a la infancia en las fiestas navideñas, lo consigue. Ahora, Gastrónoma va camino de ello.

Y es una pena que el enorme esfuerzo de sus organizadores no rinda los frutos que la iniciativa merece. El incombustible Carlos Mataix y su brazo ejecutivo, Alejandro Roda, llevan años buscando dar con la tecla tras unos inicios desoladores. La gastronomía, sin embargo, se ha ido poniendo de moda de forma imparable, en la televisión, en la calle y en las redes sociales. Cada vez hay más restaurantes, más jóvenes, en busca del estrellato culinario, pero también como nicho de negocio para inversores que sueñan con construir una franquicia millonaria tras ver los sorprendentes éxitos de Saona, Marina Beach o las hamburgueserías de diseño.

De tal suerte que Gastrónoma, rebautizada con el apelativo Mediterránea y con el apoyo poderoso de Turismo de la Generalitat (a ver cuándo cambian la marca l’Exquisit, que no arrastra), empezó a fundamentar su éxito en la apuesta por los grandes cocineros, un mix entre feria y congreso que reproduce el modelo inventado en Vitoria y Donosti por Rafa García Santos y que eleva al paroxismo Madrid Fusión.

Había que traer figuras, conseguir que los capitanes de la cocina valenciana se pusieran al frente –Quique Dacosta y Ricard Camarena, a los que siguen Alberto Ferruz, Kiko Moya o Susy Díaz… más los renovadores del arroz como Toni Novo o Vicente Rioja–, y que el conjunto de los chefs emergentes y empresarios jóvenes hicieran suya una feria que les diera más visibilidad así como el principal protagonismo.

Tan clara es la apuesta y el acierto de la misma, que en esta nueva edición Gastrónoma abre sus puertas hoy, en domingo, para cumplir las expectativas del público popular y darse un baño de masas a lo largo de sus dieciséis espacios especializados que van desde los clásicos showcookings a las aulas o las demostraciones de productos como el pan, los quesos, el aceite de oliva o los vinos. La feria, más pausada, seguirá el lunes y el martes, los mejores días para acoger a los profesionales inquietos que suelen descansar del trabajo a principios de semana.

Tal vez Gastrónoma debe quedarse en su actual dimensión y no buscar efectos más multitudinarios que vuelvan incómodas las instalaciones, pero no podemos dejar de pensar en la lejanía de la feria y en lo grandilocuente de sus espacios, pensados para eventos que ya no volverán. Todo ello ocurre mientras la millonaria inversión pública en la Ciudad de las Artes y las Ciencias no se amortiza como requeriría por falta de un cambio de modelo que la transforme. En ese sentido, recuperar el Museo de Ciencias para sede de acontecimientos como Gastrónoma serviría para darle más funciones al primero y mucha más prestancia escénica a la segunda.

El Museo de Ciencias, como antes el Ágora, sigue sin activarse hasta donde debería a pesar de lo aparatoso de su arquitectura y la potencia lúdica del entorno en el esplendoroso Jardín del Turia. Un cambio de uso como el propiciado por La Caixa ha hecho del Ágora un edificio útil para la ciudad. Cabe pedirle al Museo una vuelta de tuerca de similares repercusiones, visto su deficiente valor como lugar para la didáctica o el estudio de la ciencia. Más que un museo, el osario goticista de Santiago Calatrava parece un lujoso centro recreativo donde los bachilleres pasan el tiempo más que aprender.

La gastronomía, a caballo entre la ciencia bioquímica, la cultura agropecuaria y el arte creativo, podría encontrar en CACSA un lugar único para catapultarse más allá. Lo vimos, por ejemplo, en la gala Michelin de Les Arts o, hace una década, durante el festival del arroz organizado por el propio García Santos. Gastrónoma ha llegado a la madurez para dar un salto cualitativo de ese nivel, para asociarse a otras iniciativas derivadas del valor industrial agroalimentario de la Comunitat Valenciana, de la investigación experimental o del liderazgo nacional de sus grandes empresas distribuidoras del ramo. La Comunitat es toda una potencia en dicho sentido. Hablamos de un sector que puede sobrepasar un cuarto del pib valenciano. Nuestra primera gigafactoría consiste en dar de comer a la gente.

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