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Juan José Millás.

Un bípedo cansado

Al desinterés por la política parece que se añade ahora el desinterés por la información. Decimos esto sin saber muy bien a qué llamamos información, incluso a qué llamamos política. Un tipo se sube a una tribuna y acusa a otro, por ejemplo, de ser mal español. Sabemos en qué consiste ser un mal fontanero, un mal médico, un mal arquitecto, pero ¿un mal español? ¿Qué tiene que hacer un español para convertirse en un mal español o un francés para transformarse en un mal francés o un señor de Murcia para no ser un buen murciano? Digámoslo claro: es metafísicamente imposible ser un mal español. Cernuda decía de sí mismo que era «un español sin ganas». Lo decía desde el exilio, el pobre, lleno de estrecheces y de preocupaciones familiares. Pero ser español sin ganas no es pecado. Tampoco lo es ser animal racional sin ganas o ser mamífero sin ganas. Yo mismo soy un mamífero sin ganas, pero no soy un mal mamífero: hago todo lo que se espera de mi especie, sin mucho entusiasmo, porque envidio a los ovíparos, pero lo hago. No sé qué respondería a alguien que me acusara de ser un vertebrado sin ganas. En fin. Son metáforas que expresan el cansancio de vivir encerrado en corsés biológicos o mentales. No podemos discutir por cuestiones tan bobas sin correr el peligro de que la gente sienta desafección (cuando no defecación) por la política. La gente, en el fondo, es razonable.

Por eso mismo, porque es razonable, se retira también de la información, al menos de la información convencional. La información convencional es como uno de esos guisos que llenan sin alimentar. Estamos hartos de información, pero faltos de proteínas. ¿Que dónde se encuentra la proteína informativa? Ni idea. Hubo un tiempo en el que lo supimos, un tiempo en el que manejábamos un criterio acerca de lo que era informativamente relevante. No digo que no fuera una ilusión colectiva, quizá de escaso fundamento, pero nos hacía progresar socialmente. De hecho, había menos desigualdad que hoy. Ahora, cuando más se lucha contra la desigualdad, más aumenta, del mismo modo que, cuanto más se persiguen las drogas, más fácil resulta obtenerlas. Y cuanto más nos informamos, menos sabemos. Esa ignorancia adquirida produce desapego. Se lo dice a ustedes un bípedo cansado.

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