Si tengo que ser sincero, os diré que la tarea que tenía prevista realizar esta tarde, al final quedó pospuesta. No podía dejar de pensar en las ideas que iba desgranando a medida que pasaba las páginas del libro, «Enseñar a vivir» (2016), del filósofo y sociólogo francés Edgar Morín. Precioso y complejo título de un libro que te enseña a pensar y a reflexionar sobre aspectos tan simples, pero a la vez tan complejos como, por ejemplo, qué es la vida, qué queremos decir cuando utilizamos la expresión «lo que quiero es vivir bien», o cómo enfrentarse a las incertidumbres y toma de decisiones del día a día. Aspectos todos ellos que no se enseñan en el colegio, institutos o incluso en las universidades. 

Para Jean-Jacques Rousseau, «enseñar es enseñar a vivir». Morin traslada este pensamiento a la enseñanza actual y cuestiona su sistema por sus carencias y lagunas «para enfrentarse a problemas vitales como el error, la ilusión, la parcialidad, la comprensión humana y las incertidumbres con las que nosotros nos topamos en la vida». ¡Cuánta razón tiene Morin! Poseemos muchos conocimientos tecnológicos, pero ¿sabemos manejar nuestros errores e incertidumbres diarias? ¿Cuántas veces tomamos decisiones al día? Les puedo poner algún que otro ejemplo que conocerán a la perfección: Me levanto y he de tomar una decisión sobre la ropa, el desayuno, la forma de desplazarme, los asuntos del día, las cosas pendientes por hacer, etc. Edith Hall en «La senda de Aristóteles» (2022) enuncia, en el capítulo sobre las decisiones, que «gran parte de las investigaciones más recientes sobre la toma de decisiones, sobre todo las de psicólogos y neurocientíficos, hacen hincapié en la abrumadora cantidad de elecciones que hacemos cada día-algunas estimaciones hablan de varios miles». Las decisiones porque pueden afectar a personas de nuestro entorno de las que somos responsables, por no hablar de las decisiones laborales, que nos pueden abrir o cerrar puertas, etc. Edith Hall recuerda que podemos consultar uno de los libros que nos dio pistas para resolver los entramados de la toma de decisiones, Pensar rápido, pensar despacio (2011) del psicólogo y premio Nobel Daniel Kahneman; o en todo caso recurrir a Aristóteles y seguir su consejo dando importancia a «examinar los precedentes». 

Tengo que reconocer que esta tarde me atrapó Edgar Morin a través de cada una de las páginas de su libro. Por ejemplo, cuando reproduce la frase de Hans Jonas sobre la degradación de nuestro mundo: ¿Qué planeta les dejaremos a nuestros hijos?, que es indisociable de la de Jaime Semprún sobre las carencias de nuestra educación ¿A qué hijos les dejaremos el mundo? Se dan cuenta de que estamos hablando de la vida, del tipo de vida que queremos vivir y de cómo la queremos vivir. 

Me gustaría que a la hora de educar en los colegios e institutos se tuviera en cuenta que «vivir es el oficio que yo quiero enseñarles», como decía Jean J. Rousseau y enseñar no solo es leer, escribir, o enseñar historia, geografía o formaciones profesionales especializadas, «sino introducir una cultura de base que incluya el conocimiento del conocimiento». Un conocimiento del que todavía hay retos que tenemos que afrontar y que expuso con toda claridad Jacques Delors (1996) en su informe a la Unesco: «La educación a lo largo de la vida se basa en cuatro pilares: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos, a prender a ser».  

Por último, plantea Morin si las angustias, el malestar y las desdichas que cada vez están en aumento en la actualidad son los «responsables de las fobias y cegueras de rechazo y odio». Es evidente que necesitamos saber gestionar nuestras incertidumbres y una de ellas es el cambio climático. Con todo lo que está ocurriendo en el planeta y los mensajes de alerta que nos están mandando los científicos y recientemente los líderes políticos de todo el mundo en la conferencia del clima la COP27 de Egipto, ¿a qué estamos esperando para reaccionar frente a los problemas que tenemos y que se nos avecinan? William James, célebre filósofo y psicólogo de principios del siglo XX, dejó claro a través de sus trabajos algo que, a pesar del tiempo, sigue estando vigente en la actualidad: para ser feliz hay que tomar decisiones, para mí una de ellas es la de escribir y decir lo que pienso.