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alberto soldado

Va de bo

Alberto Soldado

Adiós a la lucha de clases

A Joaquín Sabina le preguntan las razones de su sentimiento por el Atlético de Madrid y dice el de Úbeda que eso le viene de cuando pensaba con ‘espíritu de clase’». Ese sentir profundo de pertenencia a la condición obrera era incompatible con el amor a la clase aristocrática que se supone, o supone él, es la del Real Madrid. Sabina pertenece a la generación que vivió el franquismo y que hacía política con el argumentario de la justicia social. Los obreros frente al capital. Así de sencillo. Y como el clero de tiempos lejanos era tan numeroso y comía todos los días, y los cardenales tenían, por lo general, buenas barrigas, no podían estar al lado de los obreros de plato único. En una esquina capitalistas y clero y en la otra, obreros.

Sin embargo tengo para mí que si se trataba de alinearse con los obreros a Sabina le tocaba ser del Rayo Vallecano por camaradería con los inmigrantes chabolistas de los años cincuenta, y con el Padre Llanos, el jesuita que de falangista pasó a comunista, y que tanto hizo por los obreros de Vallecas. El Padre Llanos, confesor de Franco, acabó, dicen otros jesuitas, confesando a la Pasionaria poco antes de morir. Parece que existen cartas de la lideresa comunista que demostrarían esa conversión, esa vuelta a su niñez en familia carlista. Manuel Azaña, aquel tan anticlerical que afirmó que no hay convento en llamas que valga la vida de un republicano, abrazó entre lágrimas el crucifijo que le ofreció el obispo francés de Mauntouban poco antes de morir. Como no era cuestión de hacer el caldo gordo al secular enemigo se enterró sin pasar por el templo.

La entrevista a Sabina nos deja otra perla: se declara de izquierdas, «pero menos porque me hago mayor y veo y pienso. El comunismo ha fracasado y en el siglo XXI ha triunfado la revolución feminista y la de la de LGT o como se diga…». Según esa confesión, los años atemperan el espíritu revolucionario y ver, oír, sentir y vivir te conducen a los espacios de la tolerancia.

Sabina reconoce, implícitamente, que aquella preocupación por lo social es cosa de otros tiempos. Ahora lo «revolucionario» se dirige hacia cuestiones de identidades personales en materia sexual. Ya lo advirtió Carrillo, en una de sus últimas entrevistas en televisión: «El comunismo del siglo XXI será el islamismo…» O sea, se trata de ir contra lo que hay, sea lo que sea. En eso ha derivado el comunismo. Y sobre todo, una vez subidos en la moqueta, de mantener el poder.

De hecho lo vemos con la Montero, que siempre habla como enfadada con el mundo. Con ella hemos aprendido que cualquiera puede ser ministra, siempre que alguien con superior criterio o agradecimiento te nombre. Con compañeras suyas hemos descubierto que una licenciada en filosofía puede abroncar a los jueces o juezas por no estar formados conforme a los principios jurídicos de la ONU… que por lo visto, en sesión plenaria y entre aplausos generalizados de todas las naciones aprobó que los jueces deben aceptar dogmas cuando no hay pruebas. Y a todas estas el que las preside, un tal Pedro, se mira al espejo y se convence de que basta con ser guapo para que, llegado el momento, todos se rindan ante la belleza de su porte y, anunciando que suprimirá la fiesta de la Inmaculada, por ejemplo, ganará los votos de los sucesores de La Pasionaria y de Azaña.

Uno se pregunta si en el trance supremo, se atrevería a abrazar el crucifijo. Para mí que no se conformaría con la humilde cruz que hizo llorar a D. Manuel. Él exigiría la custodia de la catedral de Toledo. Qué menos.

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