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Cruz Pérez Pérez

Regalos y juguetes para los niños en Navidad: con mesura

Un año más se acercan las navidades, y con ellas los excesos propios de estas fiestas: reuniones familiares deseadas o no tanto, comilonas desproporcionadas, dulces a gogó, alcohol a raudales y compras de regalos compulsivas. Hay que comprar con antelación los regalos de Reyes y, últimamente, también los de Papá Noel. Así que muchos ciudadanos al gong de algo tan americano como el Black Friday, se ponen como locos a comprar convulsivamente todo tipo de bienes, con la consigna de que más vale pasarse que quedarse corto. Según los economistas esto es muy bueno para la economía y para el empleo en particular, pues si bajasen las cifras de ventas se produciría una contracción económica y un aumento del paro. Triste ecuación la de que tengamos que poner en jaque a nuestro planeta en base a un consumo desaforado para poder mantener la sociedad del bienestar, pero es el modelo que nos hemos dado entre todos y va a ser difícil encontrar otro que funcione razonablemente bien.

Quiero aprovechar la ocasión para hacer una reflexión pedagógica sobre los regalos que reciben los niños y las niñas en las fechas de Navidad, pues tras las restricciones del Covid pueden llegar a ser desmedidos. Creo sinceramente que se les hacen demasiados regalos y algunos de ellos bastante inapropiados, con lo que les estamos haciendo un flaco favor desde el punto de vista educativo. Los niños se han convertido en un bien escaso en nuestra sociedad, y los pocos que hay se convierten en los «reyes del mambo». Los tenemos supercuidados, superprotegidos, superestimulados, superregalados, sobrealimentados,... y en la época de Navidad estos excesos se multiplican. Les regalan juguetes los padres, los tíos, los abuelos, los amigos, los primos, y cualquiera que quiera demostrar su afecto por el niño. Con ello acumulan tal cantidad de material en un solo día que es imposible que le saquen el mínimo provecho a cada uno de los regalos.

Desde mi punto de vista, los juguetes que se regalen a los niños tienen que ser contados, escasos, lo más genéricos posible y que estimulen su imaginación. Cuando digo que deben ser genéricos me refiero a que no estén orientados a un solo uso, que no sean concretos y, por lo tanto, su empleo no esté determinado, es decir, que no sea unívoco y no constriña la representación que pueda inventar el niño. Un buen juguete es el que sirve para jugar a muchas cosas en momentos distintos, el que permite variadas manipulaciones y representaciones que amplían la experiencia del niño y de la niña. Así, a bote pronto, entrarían en esta categoría las pelotas, los elásticos para pasar y saltar, las pastas de modelar, todos los muñecos y muñecas que permiten manipularlos y singularizar e individualizar el juego según se oriente el mismo cada día, las piezas de construcción o que sirven para montar diferentes artilugios, los que permiten hacer juegos de rol y/o simular situaciones sociales, los juegos de mesa, ya sean tradicionales o modernos, y alguno concreto y bien elegido de los muchos juegos digitales que hay. Es importante que los juguetes ofrezcan abundantes, variadas y atractivas opciones para jugar con ellos, para crear situaciones distintas, para experimentar, para inventar, para que los niños y niñas valoren el juguete y lo cuiden para que dure, debido a que experimentan un gran placer jugando con él. Es decir, que los juguetes tienen que ser pocos, buenos, versátiles, polifacéticos y que estimulen la imaginación de los pequeños.

Es bastante frecuente que esta abundancia de juguetes a los pocos días de paso a la frase estrella de muchos niños: «me aburro», la cual activa la alarma de sus padres y madres que se sienten en la obligación de entretener a sus vástagos y satisfacer al instante todas sus necesidades. Ni que decir tiene que con esta actitud les hacen un flaco favor a sus hijos, pues no es nada malo para los niños que de vez en cuando se aburran y, en todo caso, sería una situación que tendrían que afrontar ellos mismos, como lo hacen todos los mortales. Pero claro, hay padres y madres que piensan que esto es una responsabilidad suya y que si no actúan de inmediato les puede causar un trauma a sus hijos.

Pero el gran problema que se plantea a muchos padres y madres es cómo controlar el deseo compulsivo de cada familiar, cercano o no tanto, por regalar un montón de cosas a los niños. Yo creo que la solución está en poner una norma clara y concreta: cada familiar solo puede hacer un regalo al niño o a la niña. Por mucha ilusión que tengan los abuelos, los tíos o cualquier allegado, de colmar de regalos a los niños, la norma familiar debe ser inflexible: un regalo cada uno, pero que sea algo pensado, buscado, «currado», sin dejarse influenciar por las modas o la publicidad desmesurada de las fechas navideñas. Y con eso tienen suficiente para satisfacer las necesidades de los niños, y también las suyas propias. Así que todos contentos y también nos lo agradecerá nuestro maltratado planeta.

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