Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Juan Lagardera

NO HAGAN OLAS

Juan Lagardera

La batalla por la civilización democrática

En un artículo reciente, apenas una pieza periodística a columna, el fino intelectual que es Josep Ramoneda describía los peligros que acechan a las democracias occidentales en plena erupción de las políticas de ultraderecha. El fuerte empuje de líderes radicalizados como Donald Trump, Jair Bolsonaro, Marine Le Pen, Viktor Orbán, Giorgia Meloni o el mismísimo Santiago Abascal, genera enormes turbulencias en el sistema democrático actual. No estamos en los años 30 del siglo pasado, aunque a veces lo parece, concluía Ramoneda, quien con su maleta benjaminiana de Portbou ha creado en Dénia un foro de pensamiento crítico avalado por el presidente Ximo Puig.

No mucho tiempo después, el profesor de filosofía, José Luis Villacañas, recordaba en las páginas de Levante-EMV, nuevamente, el centenario de una obra fundamental del pensamiento antidemocrático, la Teología Política de Carl Schmitt. «No hace falta leer entre líneas para identificar esta tesis de Schmitt –escribe Villacañas–: cuando un país se encaminaba hacia el mal radical, la dictadura es el único remedio. El mal radical era, ciertamente, la posibilidad de que mediante elecciones se pudiera llegar a la dictadura del proletariado». 

Resulta obvio que en 1922, cuando Schmitt publica su obra, los acontecimientos rusos de 1917 están demasiado cercanos. Hacía cuatro años de la masacre de Ekaterimburgo y tres del levantamiento espartaquista de Berlín contra el gobierno socialdemócrata de la República de Weimar, al que también zarandeaban los sectores más reaccionarios del ejército prusiano. Quince años después de las revueltas berlinesas, España viviría una situación equivalente con la revolución fallida contra ‘la República burguesa’ en octubre del 34.

Durante estas últimas semanas también hemos podido visionar la sexta y última temporada de la serie norteamericana The Good Fight (la buena pelea), producida por Ridley Scott y escrita por el matrimonio Michelle y Robert King para la CBS. La serie está pegada a la actualidad, y tras una quinta temporada atribulada por la administración Trump, en esta definitiva entrega ha estallado una especie de guerra civil en las calles de Chicago, tomadas por manifestantes blancos supremacistas que dan paso a la aparición de francotiradores de milicias extremas, contra las que se enfrentarán grupos negros contrainsurgentes. En medio de ese clima, con las calles soliviantadas por disturbios permanentes, la protagonista principal acudirá a un terapeuta, quien le receta pequeños viajes con microdosis de alucinógenos.

Traigo a colación tres señalizadores de los síntomas de nuestro tiempo, pero podría mencionar muchos más dada la coyuntura política y social actual. A estas alturas ya resulta palmario que una sucesión de crisis, algunas de naturaleza económica, pero las más profundas de carácter civilizatorio, están sacudiendo el orden político que se configuró tras la II Guerra Mundial y su corolario de cierre, la Guerra Fría entre el comunismo soviético y las democracias occidentales. Algunos de tales síntomas, en efecto, suenan parecidos a los padecidos en los años 30 del siglo pasado, el periodo en el que los parlamentos liberales y socialdemócratas se vieron atemorizados por las asonadas revolucionarias y las respuestas violentas de carácter fascista, con el resultado de sobra conocido.

En la actualidad, es verdad, no hay colas del hambre en las grandes ciudades europeas y norteamericanas, salvo de modo muy puntual. En cualquier caso, el sistema social funciona en su conjunto en todos los países llamados avanzados. Occidente también se ha dotado de reservas económicas para hacer frente a los shocks financieros y sus recesiones –lo que no ocurrió en el 29–, o de recursos en investigación y logística sanitaria con capacidad para superar alarmas epidémicas, como no sucedió durante la gripe ‘española’ de 1919.

Todo ello, nos hace ser optimistas ante las adversidades que se barruntan, como pueda ser, por ejemplo, el cambio climático. La guerra nuclear, incluso, ya no se percibe de modo apocalíptico como ocurrió durante la llamada crisis de los misiles en Cuba (1962). Existen, sin embargo, cuestiones de calado que necesitamos evaluar de modo urgente, porque de lo contrario la erosión de la democracia será inevitable. Las desigualdades entre países del norte y el sur o las vicisitudes de las migraciones sin control, caldo de cultivo perfecto para exaltar la indignación, curiosamente, de las clases más proletarizadas que ven en el emigrante un enemigo para su trabajo o sus derechos sociales. La mutación del voto obrero hacia la ultraderecha europea tiene aquí su origen, como también el fervor trumpista de los White Trash en el medio oeste americano.

El acceso al poder de los negros –en el caso estadounidense–, de las mujeres en el mundo no musulmán, la plena libertad sexual o el adormecimiento crítico de la nueva juventud conforman un cóctel explosivo para una sociedad que confiaba en la tecnología y la ciencia omnímodas que les ayudara a alcanzar un pretendido nirvana cultural. Una especie de sociedad pospolítica donde la vida parlamentaria es cosa de intereses laborales de un reducido grupo de políticos profesionalizados. Nada de eso.

Las nuevas conquistas, los avances amplios, provocan resistencias, y en según qué casos, como vemos estos días con nuevas leyes, efectos perversos y turbulentos. De los viejos pactos entre liberales, democratacristianos y socialdemócratas para estabilizar los regímenes del bienestar social tras la guerra tan solo queda el recuerdo. El espíritu de las reformas ha dado paso a postulados de raíz pre-revolucionaria. Sin armas, pero con retóricas inflamadas. Es el momento de batallar para defender la democracia, entendida como un sistema de convivencia, con los que no piensan como nosotros en primer lugar. Una democracia que exalte valores y no verdades. Lo delicado es que, en esa trinchera, ahora mismo, hay muy pocos, en ninguna de las orillas.

Compartir el artículo

stats