Tribuna

Recordar, olvidar

Carles Senso

Carles Senso

«Perdono pero no olvido», me dice, segura, contundente, implacable. Rebosa rencor. Pero una inquina que olvida, en ocasiones, para seguir y recuerda, en ocasiones, para explotar. Cuando rememora sin filtros, las emociones se desbocan y la visceralidad se adueña de su boca. Sus cuerdas bocales se hinchan para dar forma, más que a improperios, a palabras que rompen confianzas y certidumbres.

Ya decía Montaigne que nada graba tan fijamente en nuestra memoria alguna cosa como el deseo de olvidarla. Para perdonar hay que olvidar en parte. Pero para indultar también hay que recordar en parte. De lo contrario se niega la realidad vivida y se es infiel a lo sentido. Olvidar las emociones, recordar las fidelidades. Olvidar el rencor, recordar el amor. Seguir. Uno recuerda y también olvida para poder seguir. Seguir en pie. Las personas pero también las relaciones, que se cimentan en la capacidad para priorizar el olvido o el recuerdo en función de su aportación positiva al futuro. Si se quiere romper, si se busca el final, siempre habrá razones en el pasado para justificar una conducta (o unas palabras) destructivas. Si se quiere seguir, si se apuesta por la relación, se recordarán los buenos momentos y se enterrarán bajo siete lápidas los resquemores.

La intención futura marca la mirada sobre el pasado. Por eso, a nivel político, la ley de memoria democrática es tan importante y al mismo tiempo tan polarizante. Pero bueno, estamos hablando de personas particulares, de relaciones mundanas, del día a día alejado de la confrontación parlamentaria. Es decir, de política de verdad. De pasar página, de nunca olvidar. De amar a los desaparecidos para siempre y ser fiel a aquello que les prometimos. De cerrar heridas. De mirar al futuro. De mantener el recuerdo y dar a conocer aquello que quedó silenciado. De priorizar a los vivos y querer ser mejor. De construir hacia adelante. De todo ello unido en sus contradicciones. Porque la vida (la pasada, la presente y la futura) se edifica en un constante tira y afloja, en olas que avanzan y se retraen. Pero todo, todo, queda relegado bajo la dictadura de la intención. Qué queremos, qué vamos a intentar conseguir, hacia dónde queremos caminar. El ayer no tiene sentido sin el porvenir. Denle la vuelta a la frase y seguirá con sentido.

El recuerdo es esencial para exigir y dictar justicia. El olvido es necesario para mantenernos en pie. Recordemos para honrar, para mantener con vida, para no repetir, para alertar. Olvidemos para unir, para mejorar, para seguir. Si olvidas, perdonas. Si recuerdas, exiges el derecho de corrección. El olvido es una renuncia voluntaria. El recuerdo es, como mínimo, el reconocimiento del derecho de protesta. No por ello vengativo. Pero sin memoria no hay racionalización. Hay quistes. Y sin olvido no hay superación. Hay quistes. Siempre hay quistes.

Al menos, es necesaria la decisión de olvidar para superar la arbitrariedad, la vida impuesta. Si olvidamos, que sea porque así lo decidimos. Y si recordamos que sea porque hemos osado empoderar una voz. Reclamar la potestad de edificar futuros recuerdos. Vivir modificando las preguntas.

Recordar. Olvidar.