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La Valencia invisible

Esta semana tuve la oportunidad de visitar la antigua fábrica de Benimaclet de la mano del coordinador de la Asociación Divina Misericordia, y no podía imaginar la tristeza de la hermana del temporero fallecido cuando contempló las condiciones en las que se encontraba Martin.

Estos días, las personas sin hogar en Valencia han vuelto a los periódicos por la triste noticia del fallecimiento de Martin Frempong, temporero en el campo, procedente de Ganha, que dormía en este lugar conocido como La Garrofera.

Con esta, son tres las muertes sucedidas este año en un espacio en ruinas, lleno de escombros y basura, donde malviven decenas de personas.

Son noticias como estas las que ponen cara a esas personas que sufren una invisibilidad absoluta en nuestra sociedad. Dejan de ser cifras de exclusión social extrema para tener nombres, historias, vidas, en muchos casos rotas.

En la ciudad de Valencia, es desgarrador encontrar a tantas personas pasando la noche en la calle. A cierre de 2021, según datos del Ayuntamiento, eran 754 quienes se encuentran en esta durísima situación.

Muchas de estas personas tratan de construir una vida, tras llegar desde otros países, a otras se les rompió tras un desahucio o un despido. Hay tantas historias como cada una de las personas que pasan la noche en el cauce del Río, el Botànic, en Guillem de Castro, en San Agustín.

Por eso, es imprescindible un tratamiento individualizado para encontrar soluciones a los más vulnerables de la ciudad de Valencia. Personas que sufren, además, problemas de salud que se agravan con la bajada de las temperaturas.

Numerosos voluntarios hacen un trabajo encomiable, saliendo por la noche a llevar alimentos, ropas, medicinas y mantas a quienes quedan al margen del espacio público, del acceso a vivienda, al empleo y la protección social. De hecho, la mayoría no recibe ninguna prestación pública, tampoco el ingreso mínimo vital.

El Gobierno de Ribó debe tomar medidas urgentes, más allá de colgar pancartas en el balcón del Ayuntamiento.

No se puede esperar al 1 de diciembre para poner en marcha la operación frío y abrir más centros, ni se pueden estar 7 años sin haber construido un solo albergue, a pesar de ser conscientes del aumento de personas sin hogar.

No se entiende que no se hayan dedicado todos los esfuerzos posibles a prestar recursos residenciales, como sea, como alquileres sociales.

No se entiende que este Gobierno cerrara el albergue La Paz, en la Avenida del Puerto, que puso en marcha el Ayuntamiento en 2007 precisamente para los temporeros, adaptado a sus necesidades horarias.

Tampoco es comprensible que la unidad X4 de la Policía Local, que presta un servicio magnífico a las personas sin techo, se haya reducido a la mitad y no tenga turnos de noche y fines de semana. Precisamente los momentos más delicados.

Los valencianos no podemos mantenernos insensibles ante noticias como la de los últimos días. Tampoco un Gobierno municipal puede quedarse paralizado, sin tomar medidas extraordinarias y sin poner en marcha un plan especial urgente para la fábrica de Benimaclet.

Quienes venían a rescatar personas no pueden ignorar a quienes más nos necesitan para contar con un techo, higiene, intimidad y cubrir necesidades básicas.

Hay que tomar medidas de prevención y tomar medidas urgentes para quienes lo han perdido todo.

Porque no hay nada más urgente que ofrecer a los más vulnerables de la ciudad de Valencia una base de donde partir para poder rehacer o para construir su vida.

No podemos sentirnos orgullosos de nuestras políticas si no somos capaces de poder darle esta oportunidad a cada uno de ellos.

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