TRIBUNA

¿Salvar a Bombas Gens?

Manuel Muñoz

Manuel Muñoz

Casi simultáneamente al proceso de adquisición por la Generalitat Valenciana de la Colección Lladró, ha surgido la crisis del proyecto de Bombas Gens, inserta en la Fundació per Amor al Art, planteándose la posibilidad de una intervención del IVAM, cuya directora, Nuria Enguita, estuvo, precisamente, al frente de esa colección hasta alcanzar el puesto de gestión que actualmente desempeña; lo que se produce, además, en el contexto de un proyecto de apertura de una subsede del museo en las naves rehabilitadas del Parque Central. Qué duda cabe que son cuestiones que invitan a la reflexión, planteando diversas encrucijadas, cuya solución final, sea la que fuere, no estará exenta de polémica.

En Europa existe un incremento muy significativo de nuevos museos creados a partir de los fondos procedentes de las grandes fortunas: en esta dirección, en Francia, desde 2003, siendo presidente Jacques Chirac, se legisló a favor de importantes ventajas fiscales que inclinan a la aparición de estas iniciativas: hasta el 66 % de desgravación en las inversiones de particulares, limitada hasta el 40 %, si superan los dos millones de euros. También existen importantes apoyos al mecenazgo en el Reino Unido, Italia o Alemania, impulsos que tienen lugar por acompañar, además, a otros valores añadidos: mejorar la imagen, incrementar el prestigio e, incluso, dinamizar la marca comercial, cuando se posee. Es decir, trasladando a los atributos de ciertas familias, capacidades que ya desarrollan las grandes empresas a través de sus fundaciones, financiando proyectos generalizadamente aceptados por la sociedad, como son las adquisiciones de arte o la aportación a otros espacios de cultura: recordemos en España las del Banco de Santander, BBVA, Fundación Bancaja, Caixabank, Telefónica o Coca Cola, entre otras, lo que estimo como un proceso simbiótico positivo, del que se benefician, tanto la marca, como la ciudadanía, incrementando sus posibilidades de acceso a unas obras y a unos proyectos que, generalmente, están bien gestionados, poseen una evidente calidad y amplían la oferta de las instituciones públicas.

Siendo distintos los orígenes, los contenidos y los objetivos de la colección Lladró y del proyecto de Bombas Gens, la situación final de ambos fondos presenta elementos parecidos: una crisis comercial y familiar, que condiciona el ofrecimiento a un organismo público: la Generalitat Valenciana, bien sea directamente o a través de una intervención del IVAM. No obstante, la intervención sobre Bombas Gens debería desgajarse de un debate comparativo, especialmente, porque la participación que se plantea tiene escasos elementos en común con la ofrecida por la colección Lladró.

Parece evidente que el IVAM ha sufrido durante los últimos años una serie de iniciativas que no ayudan a comprender sus objetivos: ha fracasado el «jardín de las esculturas», su ampliación se ha aplazado sine die, se ha abierto una subsede en Alcoi, se pretende abrir otra, en el Parque Central y, en este punto, se le ofrece la oportunidad de decidir una intervención sobre una importante colección privada, con la que ha mantenido –sucesivamente- dirección. Claro está que, desde el punto de vista político, estas cuestiones siempre tienen justificación: acercamiento a la ciudadanía, oportunidad, descentralización, diversificación de los objetivos, pluralidad… lo que parece, es que el IVAM ha dejado de ocupar en el ranking de los museos de arte contemporáneo el lugar privilegiado que tenía, poseyendo una colección imponente, lograda como fruto del esfuerzo económico de las sucesivas administraciones y de la oportuna gestión –con sus distintos vaivenes- de sus sucesivos directores. Es en este contexto en el que se debe plantear la oportunidad, o no, del rescate de Bombas Gens, por un motivo importante: porque, de concretarse, solo se debería hacer si se convierte en beneficio del IVAM y, explícitamente, si de ello se deriva un provecho público objetivo.

Si suponer que las esculturas del «jardín», corrían el peligro de sufrir el vandalismo y un evidente trance de deterioro, no era un aventura de riesgo, esperar que la utilidad de una subsede del IVAM ubicada en el Parque Central, sea escasa, y que no justifique los enormes gastos de gestión y de seguridad que llevará implícitos, tampoco es un lance peligroso. Es cierto que, cuando se anuncia un nuevo lugar expositivo, todo parecen parabienes, pero pasado el tiempo, se suele dejar a un lado el estudio sobre su «rendimiento», entendido, no solo por el número de sus visitantes, sino por el «consumo» cultural que desarrolla en relación con su inversión y, especialmente, por el «vacío» que complementa o que suple. Así, no es parangonable una subsede en Alcoi, -como lugar de una tradición cultural incontestable-, que otra en un jardín de la ciudad, que puede ser ocupado por un equipamiento de utilidad más perentoria.

A mi juicio, la necesidad, o no, de salvar a Bombas Gens, se presenta como una oportunidad para reflexionar: ¿No tenemos la impresión de que se plantean iniciativas para ocupar y cubrir espacios monumentales vacíos, en ausencia de una coordinación proyectual?, ¿no deberían reunirse los responsables políticos –también con la oposición-, para trazar una estrategia cultural, bien estudiada, diseñada a medio y a largo plazo? Si «alguien» asumiese el «riesgo» de plantearla, la Academia de San Carlos, como Entidad Consultiva de la Generalitat, también estaría dispuesta a colaborar con su experiencia, poniendo toda la carne en el asador.

Una breve consideración final: en este punto, hay que tener muy en cuenta que Bombas Gens, por medio de fuertes inversiones y de un buen asesoramiento de Vicent Todolí, ha acumulado en muy poco tiempo una formidable colección artística de la estricta contemporaneidad, por eso, si hay debate, me inclino por la iniciativa de negociar una fórmula que, sin resultar excesivamente onerosa, permita al IVAM un amplio margen de gestión sobre la institución: sí, yo me decanto por salvar a Bombas Gens.