Tribuna

El poder del bombo de Ovocity

Alberto Soldado

Alberto Soldado

Nuestro juego de pelota, tan enraizado en Alfarp y Montserrat nos ofreció el pasado sábado en la cancha de Godelleta una de las más bellas finales en la historia del Edicom, el Interpobles de Galotxa. Se volcaron las aficiones del Marquesat y la Vall dels Alcalans para acompañar a sus muchachos. Los de Montserrat acudían con las previsiones de victoria a su favor pues llevan años dominando la competición y poseen una cantera envidiable. Ovocity El Marquesat, con Donat, Pau, Palau y el saque de Félix, recogió y condensó en el frasco de las esencias toda la historia grande de este pueblo, desde los tiempos de Micalet, Conrado o Sopetes para, arrastrados por una corriente emotiva que salía de las gradas, plantarse en un 60 a 30 a su favor con un juego inspirado y convincente en un trío que repartió papeles de protagonismo a cada individualidad. Lo de Pau como galotxer y “mitger” es una resurrección gozosa, qué manera de jugar; lo del nieto de Juliet, el testimonio de que existe la genética de la inteligencia y lo de Salvador Donat, el espejo de todas las virtudes que ha de tener un pelotari con genio de campeón. En cuanto a Félix, apretó en el saque y no se le contabilizó ni una sola falta. O sea, un Ovocity El Marquesat, perfecto. Y sin embargo Montserrat demostró su espíritu indomable , reaccionó y colocó tal presión que el marcador se puso 65 a 60. Todo podía pasar. Montserrat lo jugaba todo, por difícil que fuera y El Marquesat entró en aparente depresión. Pero allí, debajo del marcador estaba el bombo de Miquel, el bombo de la Sociedad Musical La Protectora de Alfarp que sonó más fuerte que nunca animando a animar a los muchachos que parecían desorientados. Miquel apretaba los dientes como si en cada golpe de percusión se jugara el honor, la historia, la leyenda de su pueblo. Y es que estaba en juego nada más y nada menos que el campeonato más deseado por los pueblos que cuidan su cantera. Y en eso El Marquesat y Montserrat son ejemplos de buen hacer. Resistió a golpe de bombo y de genio, de espíritu y de hambre de triunfo el equipo del Marquesat y entre lágrimas de emoción abrazáronse jugadores y aficionados con un triunfo que devuelve a este club a las alturas de la especialidad.

Manolo era el bombo de España. Hoy, llora su ausencia en periódicos y televisiones. Ni con su bombo hubiera levantado el desastre de la selección de Luis Enrique. Su bombo hubiera sido cómplice de una derrota. Miquel apretó dientes y brazos, y mantuvo el espíritu de victoria de su pueblo. No se olvidó del bombo. Sabía que allí, pisando la cancha había un equipo capaz, unido, impregnado en el alma de cada paisano. Un equipo que supo repartirse las tareas e intercambiar posiciones. Y en ese equipo coordinado el bombo de Miquel era un jugador más, y quizás el más importante, el que mantuvo la fe en la victoria y supo hacerla volar por todos los rincones. El Edicom tiene un digno campeón para satisfacción de los amantes de este deporte.

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