tribuna

Prohibido prohibir

Julia Sevilla

Julia Sevilla

Este sábado, el artículo que JL Villacañas escribe habitualmente en Levante-EMV comparaba los últimos acontecimientos ocurridos en Alemania con los que acaecieron hace 100 años, antes de que Hitler diera su golpe de Estado, cuyas consecuencias son desgraciada y sobradamente conocidas y cuya gravedad, de inicio, no se percibió.

Y es que ningún acontecimiento que ponga en entredicho los derechos constitucionales debe ser tomado a la ligera.

Hoy se anuncia el programa de un Laboratorio de amores diversos, que tendrá lugar el 16 y el 17 de diciembre en el CCCC Centre del Carme. Unas jornadas de dos días en que participan dos organizaciones, OTRAS Valencia (Belén Ledesma) y Colectivo de Prostitutas de Sevilla (Paula Sánchez), formando parte de la programación institucional del centro, con el título «Quién es la puta aquí», en cuya presentación se manifiesta: «Llamamos pues a reunirnos personas, cada una ya importante, en círculo, con la única condición de un inexcusable respeto por todo. Sea lo que sea lo que sea lo planteado por cualquiera, llamamos a respetarlo. Se tratará de poner en juego la atención, la confianza y la escucha mutua».

Recordamos que en ese mismo espacio se censuró, y por lo tanto se impidió, que una reputada profesora, Alicia Miyares, presentase su último libro: Delirio y misoginia trans: del sujeto transgénero al transhumanismo, aduciendo en conversación privada que esa actividad, por el título del libro presentado, podía generar odio hacia el colectivo trans y con un pretexto público tan fútil como el de una repentina desinsectación.

Se parece mucho a la censura previa, hoy terminantemente prohibida por la Constitución, que si consagra y protege los derechos «a expresar y difundir libremente los pensamientos, las ideas y las opiniones por medio de la palabra, la escritura o cualquier otro medio de reproducción».

Nadie ha abierto una investigación ni preguntado sobre esta censura. El director parece tiene poder omnímodo y no responde ante nadie.

¿El libro de Alicia Miyares promueve el odio? ¿Y no se plantea que una actividad como la que proponen promueve la cultura de la violación?

Lo importante aquí es el criterio para decidir lo que se puede o no se puede hablar y, sobretodo, si un gobierno al que hemos votado y sostenemos con nuestros impuestos permite que una persona censure la presentación de un libro publicado por una editorial reconocida y escrito por una persona que tiene en su haber una extensa obra; mientras programa, con la mayor de las normalidades, actividades que atentan contra la dignidad de las mujeres, que promueven, bajo el manto de la transgresión y la supuesta libertad de elección, la visión de nuestros cuerpos como materia de comercio y espacio para perpetrar violencia.

Es la primera vez que ocurre pero no es para echarlo en saco roto. Creemos que quienes ostentan la máxima representación que les otorgan los votos deben plantearse si la censura previa forma parte de su programa en lugar de ese lema tan repetido en el inicio de la democracia: «prohibido prohibir» y que se ha trasladado a la Constitución en la forma del precepto antes comentado, que debería ser aplicado por igual y que no permite una interpretación a beneficio de inventario como la que parece que aquí se ha dado.