Va de bo

Tiempo de ilusiones

Alberto Soldado

Alberto Soldado

El año que hemos dejado atrás ha visto la despedida de tres grandes de los trinquetes valencianos: Genovés II, Soro III y Félix. Tres pelotaris que han acaparado titulares y que han visto escrito su nombre en los mejores carteles de la Escala i Corda. Y, una vez más, llegamos a ese punto en el que sus retiradas suponen la oportunidad definitiva para las nuevas figuras que llevan años esperando ocupar lugar fijo en las competiciones más destacadas. Y una vez más, como siempre ocurrió, son muchos los jóvenes que ven la cara de la decepción. Se quedan fuera de la Lliga CaixaBank, la que se anuncia como más importante del calendario profesional de la élite de la especialidad, sea Escala i Corda o Raspall. Muchos jóvenes que han pasado por los diferentes estados en su formación, tropiezan con la cruda realidad del mercado: no hay espacio para todos los que aspiran a ocupar el estatus de jugador profesional. La Fundación, encargada de la gestión de ese mundo profesional, no puede asimilar a todos los que aspiran a un contrato fijo, aunque el sueldo sea de mileurista. Y llegan los lamentos y el señalar a los responsables de esos descartes, de la difícil papeleta de decir que lo sienten mucho pero no hay espacio para todos. No debe ser trabajo gratificante el de tener que cortar las alas a quienes quieren volar.

¿Hay solución a esas decepciones? Puede haberla si el campo que hoy denominamos profesional abre sus horizontes hacia el mundo de los clubes. Competiciones consolidadas en modalidades diversas podrían trabajar por crear un mundo profesional que diese cabida a esos jóvenes que, comenzaron precisamente en los clubes y alimentaron expectativas en escuelas de tecnificación y de alto rendimiento, con todo el coste económico y de decepciones que puede acumularse.

En unas semanas ese pelotari inquieto y emprendedor que es Sacha, fichará por un club de la segunda división belga y sus ingresos en cinco meses de competición, a partida semanal, superarán lo que cobraría por un año de contrato en la actual estructura profesional de la pelota valenciana. En Bélgica, una federación modesta, con un presupuesto que en Valencia se consideraría ridículo, controla una competición de clubes que, con sus patrocinadores mantienen una estructura profesional que sería la envidia de muchos profesionales valencianos de primera línea.

Trabajar por profesionalizar las competiciones de clubes no significaría recortar nada a nadie, sino ampliar los campos de oportunidades laborales. Se necesitan gentes que tengan en esas competiciones de Galotxa, Escala i Corda, Raspall, Llargues o incluso frontón, modalidad con potencialidad geográfica más allá de las fronteras valencianas, la oportunidad de gestionar presupuestos y rentabilizar publicitariamente el trabajo realizado. Si en Bélgica o en Italia funcionan ligas profesionales de clubes, nada debería impedir que al menos se intentase en Valencia. Profesionales de la gestión deportiva hay que aceptarían un reto ilusionante como ese. Disponemos de una estructura federativa que facilitaría el impulso de esa iniciativa. Es la hora de la creatividad para que tantos jóvenes de ambos sexos puedan seguir soñando con triunfar en el deporte elegido.