REFLEXIONES

El valor de las democracias y la importancia de educar en sus valores

Cruz Pérez Pérez

Cruz Pérez Pérez

Vivimos en un país democrático y en un entorno de países con regímenes políticos democráticos en los que las leyes se aprueban en el parlamento, después de debate y discusión sobre sus contenidos por parte de los representantes libremente elegidos por el pueblo. Es algo tan obvio y cotidiano que hemos dejado de tener conciencia de la importancia que tiene este hecho. Parece como si la democracia estuviese aquí desde siempre y para siempre y que ya no hubiese posibilidad de retroceso. Desgraciadamente esto no es así y tenemos suficientes ejemplos históricos de países democráticos que acabaron en dictaduras (España, Alemania, Italia, Chile, Venezuela, entre otros) como para estar alerta, mantener y cuidar con mimo todas nuestras instituciones y, sobre todo, los valores y formas democráticas de convivencia. Pero viendo las actuaciones de algunos líderes de partidos de gobierno que deberían tener una responsabilidad institucional impecable, te entra el miedo en el cuerpo. Los que hemos vivido nuestra juventud bajo la dictadura franquista y recibimos la llegada de la democracia como un logro colectivo, como un soplo de aire fresco de libertad y de justicia, apreciamos mucho más estos valores y tememos por su perdida. Por eso nos preocupa sobremanera que a algunos dirigentes políticos no les importe lo más mínimo socavar las instituciones democráticas con el único objetivo de desgastar al gobierno de turno y alcanzar el poder. Y cuando lo alcanzan, la historia nos demuestra que buscan controlar todos los resortes del poder, incluida la justicia y los medios de comunicación, con la idea de perpetuarse en el mismo.

Desgraciadamente, en el resto del mundo tampoco va la cosa del todo bien en este tema. Recientes informes como el del V-Dem Institut de la universidad de Gotemburgo señalan el debilitamiento de las democracias en el mundo durante la última década. En estos momentos unos 5400 millones de personas del planeta (el 70% del total) vive bajo regímenes políticos dictatoriales, lo cual supone un retroceso significativo respecto a la década anterior. Hechos como la crisis financiera de 2008 o la reciente pandemia, han permitido el avance de las dictaduras sin que hayamos sido apenas conscientes de ello. Pero lo más preocupante es el hecho de que países de nuestro entorno cultural como EEUU o Brasil hayan sufrido retrocesos democráticos bajo los mandatos de Trump o Bolsonaro, con intentos de perpetuar su presidencia a base de mentiras, falsedades y manipulaciones, sin reconocer la victoria electoral de sus oponentes y propiciando, por acción u omisión, el asalto a sus respectivos parlamentos. Afortunadamente las instituciones democráticas han aguantado el envite dictatorial, pero hemos estado a punto de que se produjese un retroceso democrático en países con democracias consolidadas, especialmente en EEUU que es la cuna de la democracia moderna.

Tal y como plantea el filósofo Jürgen Habermas, en lo que se conoce como la Teoría del desarrollo social-moral, las sociedades avanzan tecnológicamente y también éticamente a lo largo de la historia. Pero, así como los avances tecnológicos son irreversibles, los avances éticos o morales se pueden revertir. Es comprensible que nadie quiera volver a un móvil o a un coche de los años noventa por cuestiones utilitarias, salvo coleccionistas y nostálgicos. Pero no podemos decir los mismo de los avances éticos o morales en la medida que son reversibles. Por ello plantea Habermas que es necesario mantener la «tensión» educativa sobre los valores democráticos en el día a día, si no queremos que se produzcan retrocesos en este ámbito tan fundamental para nuestras vidas. Tener instituciones democráticas fuertes y consolidadas es importante, pero no podemos fiarlo todo a las mismas. Visto lo que está pasando en nuestro país con la renovación del CGPJ y del Tribunal Constitucional, entre otros, tenemos que hacer una apuesta fuerte por la educación, pues es la conciencia democrática de un pueblo la que mantiene viva la democracia, por encima de las instituciones. Son agentes sociales, los medios de comunicación y, sobre todo, el Sistema Educativo, los que tienen que educar en los valores democráticos y explicar que agresiones como la de Putin a Ucrania, nunca habrían podido ocurrir con un gobierno sujeto a un parlamento democrático.

Por eso la educación es tan importante para el mantenimiento de la democracia. La «tensión» educativa que plantea Habermas. En el Sistema Educativo, los alumnos tienen que aprender matemáticas, historia, química o inglés, pero también tienen que aprender la valía y superioridad ética de los sistemas políticos democráticos y, si me apuran, también lo deben practicar en las aulas. Deben realizar debates sobre temas controvertidos, asambleas de aula donde se discutan y se voten los temas fundamentales, donde aprendan que el razonamiento y la argumentación es la única «arma» válida para convencer y expandir nuestras ideas y propuestas. Para ello deben existir asignaturas como Educación para la ciudadanía, Educación ética, Educación en valores cívico-sociales, o como la queramos llamar, en las que se enseñen los valores fundamentales, los derechos humanos, la democracia, la constitución, la alternancia en el poder como valor fundamental de la democracia. Pero también es importante tener un profesorado bien formado que sepa enseñar estos valores en cualquier asignatura o momento en que se presente la oportunidad de hacerlo. Y más que nada, debe haber políticos y legisladores que crean en ello y que sean capaces de elaborar leyes educativas consensuadas que sirvan para todos y que aporten estabilidad al sistema.