REFLEXIONES

La abogacia que lucha

En estas fechas que se celebra el Día Internacional de la Abogacía, es oportuno recordar a aquellos abogados que, dedicados a la defensa de los derechos de todos a los que no se les reconocen los mismos, han perdido su vida por ello.

Dedicando su profesión a defender a quienes, en regímenes dictatoriales en que se anulan los derechos humanos de los más débiles o de quienes discrepan del Poder, se encuentran atacados por el mismo, ponen en riesgo no solo su libertad sino hasta su propia vida.

Desgraciadamente no se trata de hechos aislados. Los más de 400 abogados asesinados en Colombia en la última década, los asesinados en Filipinas y otros países, o la amenaza que ahora mismo se cierne sobre los abogados en Afganistán o El Salvador, entre otros, nos demuestra el carácter heroico de esos profesionales que han dedicado o dedican su vida a intentar que se reconozcan los derechos humanos de aquellos a los que no se les respetan.

En nuestro país perdura el recuerdo de la «Matanza de Atocha», en la que perdieron la vida, a manos de extremistas, unos abogados que luchaban por los derechos de la clase obrera, en aquel momento crucial de 1977, en el que España se afanaba en la transición de un sistema autocrático a una democracia. Y es importante señalar, como reconocieron todos los medios, cómo el rechazo a tan horrendo crimen supuso un impulso definitivo en la conquista de la libertad para los españoles.

El recuerdo y conocimiento de todo ello genera a la abogacía no solo a un homenaje de gratitud, sino también un estímulo en el ejercicio diario de la profesión, profundizando en la verdadera razón de ser de la misma.

Reconocido es que sin el concurso de los abogados en los Tribunales no puede haber verdadera Justicia, ello los convierte en centinelas del derecho de defensa, situados en primera línea en la trinchera, en la salvaguarda ante los Tribunales de este derecho para aquellos que hayan podido ser agredidos en sus derechos.

Porque la defensa de los derechos humanos, intrínsecos en la dignidad de toda persona, sea víctima o acusado, ha sido y es la razón de ser de la abogacía.

En la Edad Media a los abogados se les llamaba «voceros», porque daban voz a aquellos que, por su instrucción o por su situación, no la tenían ante los Tribunales, y esa vocación de defensa de los más desfavorecidos, se ha mantenido siempre hasta la actualidad.

La llamada «Abogacía de Oficio» (tan poco retribuida por la Administración), sigue suponiendo hoy un esfuerzo descomunal de los Colegios de la Abogacía, para cuidar de que nadie, absolutamente nadie, sea cual sea su situación, se pueda quedar sin la necesaria defensa de sus derechos ante los Tribunales de Justicia.

Fundación por la Justicia se suma también a esta sensibilidad, desarrollando Proyectos como el de apoyo a los abogados de Guatemala, hoy amenazados, o el del Tribunal de Justicia Restaurativa de El Salvador para reparar la vulneración de los derechos de sus habitantes.

Todo ello, ejemplos y actuaciones citadas, nos obligan a apostar por la esperanza en un futuro en el que la dignidad del ser humano, y los derechos humanos intrínsecos a la misma, sean más reconocidos y respetados.