EL MIRADOR
La ley trans y la caza y captura de las feministas, esas terfas dañinas
Ante la tramitación de urgencia de la llamada Ley trans y la negativa del gobierno de escuchar a los expertos, el PP, apuntándose un tanto, los convocó paralemente, el 16 de diciembre antes del paso de la ley el congreso y el 3 de febrero en el Palacio del Senado. El proyecto de la autodeterminación del género estipula que el cambio de sexo sea reconocido en el Registro Civil sin otro requisito que la simple voluntad. Se apela a los derechos trans. Pero no hay derechos trans, sino derechos humanos, que las personas trans tienen como el resto: no existe el derecho humano de que un hombre sea reconocido como mujer, o viceversa; en todo caso habrá que garantizar atención especial a las personas con incongruencia de género, velar porque no se sufra ninguna discriminación por la expresión de género no convencional.
En 2019 apareció mi libro La mujer molesta. Feminismos postgénero y transidentidad sexual, que durante bastante tiempo fue la única obra que en España se ocupaba del tema. Por fortuna han ido saliendo otros excelentes ensayos. Con el concurso de grandes expertas, en 2021 tuve la satisfacción de coordinar El sexo en disputa. De la necesaria recuperación jurídica de un concepto.
A estas alturas, creo que ya hemos analizado suficientemente, en diversas publicaciones y múltiples artículos, el peligro de confundir sexo (físico) y género (cultural), de pretender que el sexo es irrelevante y, a voluntad, modificable. Sin los datos desagregados por sexos es imposible valorar ninguna desigualdad, y por lo tanto ninguna reivindicación feminista. Si ser mujer es un sentimiento, y no una realidad física sujeta a desigualdades el feminismo no tiene sentido. Se ha puesto de manifiesto la temeridad de desproteger terapéuticamente a las personas con disforia de género, de hormonar prematuramente a los niños, de penalizar cualquier diagnóstico que no lleve a la transición sexual, que se suspenda la patria potestad si los padres interfieren en la transexualización de los niños, que se penalice a los psicólogos si sugieren otras terapias, que se juzgue todo ello a partir de los estereotipos masculinos y femeninos más convencionales y reaccionarios, con la acientífica teoría del cuerpo equivocado, y, finalmente, como colofón dictatorial, que se persiga como delito de odio cualquier reflexión al respecto.
El análisis está hecho, es hora continuar la difusión, el activismo, de que la población en general y los políticos tomen conciencia de su relevancia y de que los juristas ajusten las líneas de demarcación.
Por todo ello sorprende que, en un tema que reviste tantas aristas y ha generado tantas polémicas, los partidos en el Gobierno decidieran no convocar expertos antes de la aprobación la ley. Sorprende no tomar el tiempo necesario para algo que no se trata de la protección de un pequeñísima minoría de la población (que hasta eso lo hace mal esta ley), sino que modifica el modelo científico de conceptuar el sexo, borra a las mujeres y promueve una hipertransexualidad en los niños.
No se entiende cómo un partido como el PSOE, sobresaliente hasta ahora en su lucha feminista, puede desoír a las feministas socialistas más señeras, no reparar en que, si ellas ven algún problema, es que lo hay. No escuchar a las asociaciones feministas, proponer un texto en el que se persigue la libertad de expresión y que consagraría la cancelación que ya sufren las mujeres que osan pronunciarse sobre este tema. Cómo ha podido no tomar en cuenta los informes del Consejo de Estado, el Consejo General del Poder Judicial, e impedir el debate público. Porque la sociedad ya va percibiendo que hay algo oscuro en ese afán por hormonar niños, por negar el sexo.
¿Por qué esa diligencia cuando los países punteros en este terreno están dando marcha atrás?
Sí, dense prisa, vistan como progreso lo que es convencionalismo reaccionario, desprotección de los niños, de las mujeres e incluso de los transexuales; dense prisa en aprobar ese delirio, a ver si con esa celeridad los ciudadanos no repara en el despropósito de esa ley. Descabecen a todo el sector feminista de su partido, y así tendrán una formación donde ninguna voz advierta de los resbalones misóginos, y quizás dentro de un tiempo hasta les parezca conveniente aprobar el alquiler de vientres, e incluso el «trabajo sexual», que es lo que defiende ese lobby al que usted, Sr. Sánchez, parece hacer tanto caso.
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