tribuna

Un cuarto conectado

Amparo Zacarés

Amparo Zacarés

Hace tiempo que al alumnado adolescente se le conoce como tecnomonopolistas o también como jóvenes «mobile only». Este apelativo responde al hecho de estar expuestos a un entorno digital dentro de un sistema globalizado. Son jóvenes que tienen acceso a todo tipo de información pero sin llegar a comprender el potencial que ello supone y el riesgo de manipulación que conlleva. En este contexto, el desarrollo de la competencia digital es uno de los enfoques clave para adaptar el sistema educativo a los tiempos actuales. Es evidente que la hiperconectividad y la hiperinformación que corre por Internet ha modificado nuestra manera de entender la comunicación y de relacionarnos. Hoy en día no podríamos entendernos sin esa filosofía del conocimiento interconectado, basado en la capacidad de compartir información mediante la difusión acelerada por la que discurre la red. Esta revolución digital exige saber navegar por la red, buscar información, usar el correo electrónico o trabajar de manera colaborativa a partir de herramientas creadas ex profeso como web, blogs o wikis. Es en esta plataforma virtual donde se está edificando el mundo que nos ha tocado vivir. En palabras de Remedidos Zafra, vivimos en un cuarto propio conectado, en una habitación on line donde el espacio virtual sustituye al presencial y donde el proceso de socialización se da en el ciberespacio.

Con todo, la función educativa no ha de potenciar únicamente la alfabetización digital del alumnado en vistas a un futuro inmediato donde las profesiones más solicitadas exigirán habilidades relacionadas con las TIC (Tecnologías de la Información y Comunicación) y la cultura digital. Hay que enseñar también normas éticas para que en ese entorno virtual sepan tratarse bien y respetarse. Si el bullying ocurría en el espacio real del centro escolar, el ciberbullying lo hace en las redes sociales. Y es en internet donde circulan las amenazas y los insultos y donde se hackea información personal o se suplanta la identidad digital. El acoso virtual tiene el propósito de intimidar y humillar difundiendo las imágenes que se han grabado con el móvil y que se comparten de manera no consensuada. Esta actitud de acoso persistente en la que se hostiga a la víctima con WhatsApp, mensajes de texto, imágenes y videos no puede escapar a la mirada vigilante del profesorado.

De hecho, los datos del Ministerio de Educación arrojan unos porcentajes preocupantes relacionados con el ciberacoso. Se sabe que uno da cada cinco menores reconoce haber sufrido acoso y que las agresiones aumentan si no hay prevención y detección pronta. Se sabe también que estas conductas intimidatorias comienzan ya desde quinto de primaria y que la sufren más las niñas. En cualquier caso, más allá del sesgo de género, hay que incidir en el uso correcto de las nuevas tecnologías y en desarrollar entre el alumnado la habilidad de responder de lo que se hace a los demás. Este sentimiento de responsabilidad es el sentimiento cívico por excelencia y, más que un principio o una idea, es sobre todo una disposición de carácter que es educable mediante el hábito y la costumbre. Muchos de estos jóvenes «mobile only» encuentran en el centro escolar la última oportunidad para no judicializar sus relaciones, poder reparar el daño realizado y restituir la dignidad de la víctima. Por eso mismo, es urgente enseñar y aprender actividades metacognitivas de autocompresión en las que se implique todo el personal docente a fin de crear una cultura de centro donde, siendo muchas las posibilidades y las ventajas de las herramientas tecnológicas, se forme en el buen uso de las mismas.

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