Visiones y visitas

Ley no estás para salir de casa

Juan Vicente Yago

Juan Vicente Yago

La ley del no estás para salir de casa es una ley que todavía no existe pero que llegará, sin duda ninguna, en cuanto el cinismo y el desvarío infesten por entero la sociedad y el poder legislativo. Será una ley polivalente, de aplicación muy sencilla y cuya ignorancia, como siempre, no eximirá de su cumplimiento. Los jueces podrán sentenciar al delincuente con una fórmula escueta y muy expresiva: a la cárcel de por vida en aplicación de la ley no estás para salir de casa 1/20**”. Esto detendrá de golpe la infracción, la enajenación y el pronto, y hará que la ebriedad o la estupefacción se consideren, por fin, agravantes. Ni casuística ni jurisprudencia: bastará que un juez dictamine que no estás para salir de casa. Una ley: la del no estás para salir de casa, y una pena: la prisión permanente, incomunicada y laborable. Intensamente laborable. Ni ordenador, ni periódico, ni piscina, ni gimnasio, ni televisión: trabajo, silencio y un canto en los dientes. —¿Por qué no saldré nunca, sr. juez? —Porque no estás para salir de casa.

Esta será la última conversación del reo, y al mismo tiempo la iluminación, la cordura y el autocontrol de muchos otros individuos, que volverán a embridar su irracionalidad y a encarrilar sus vidas a la vista de tan edificativa estampa. Es una ley futurista, de maravillosa eficacia, que sólo puede brotar en sociedades de grandes tragaderas. Eso significa que no tardará mucho en llegar a la nuestra. Llegará, y la víctima potencial se sentirá protegida; y el malhechor escuchará, lustros después de la salvajada, que no hay revisión que valga porque «no está para salir de casa», que significa «la sociedad está mejor con él en chirona», sin contar lo mucho que ahorrará el erario gracias a su dedicación, a su laboriosidad y a su abnegadísima diligencia. Parece una ley fantástica, espectro de un pasado remoto o de un futuro lejano, pero está en ciernes, traída por el hundimiento de la sociedad en el relativismo, en el utilitarismo y en el egoísmo.

Estos últimos ismos de la edad contemporánea son ismos perversos y envenenados, ismos endemoniados que confunden y extravían, ismos para ignorantes y desactivados intelectuales, para espíritus anémicos e individuos acríticos, que son los que gustan al poder por crédulos y por gregarios. De modo que la libertad nos traerá esclavitud. Será la paradoja del siglo, el gran despropósito histórico, y todo por habernos dejado cambiar libertad por libertinaje. La ley del no estás para salir de casa viene a lomos del pandemónium colectivo, antiguo edecán de las tiranías, milenario pretexto de arbitrariedades judiciales y embrutecimientos policiales. Nos la estamos buscando con tanta dispersión y tanto apantallamiento, y llegará cuando menos lo esperemos; cuando, apuradas las heces de la vulgaridad, nos creamos dueños del estado y depositarios de la soberanía. Entonces nos darán la puntilla, el cachetazo final, el trallazo procesal con la ley del grillete a la mínima, ley inminente que sólo podemos evitar haciéndola innecesaria. Está dentro de lo posible que al sí-sí le suceda el no-no, y que tras el no-no advenga, como chilindrón penal y panacea jurídica, el no estás para salir de casa, la dictadura gorda, porque los extremos se tocan, el mundo es redondo, y al este se llega por el oeste.