Tierra de nadie

Cosas que no son

Juanjo Millás

Juanjo Millás

Hay cosas que no significan nada y de las que sin embargo hablamos mucho, es decir, las sobreinterpretamos. La sobreinterpretación es un rasgo paranoide. Pongamos que un hombre me hace un gesto ambiguo al cruzarse conmigo en la calle. Pongamos que sigo mi camino, pero que al poco empiezo a darle vueltas a ese gesto. ¿Qué me habrá querido decir? ¿Era una amenaza o un saludo? Tal vez nos han presentado en algún sitio y yo no lo he reconocido. Pero ¿no sería un tipo que me odia y que me ha advertido de que procure no volver a cruzarme con él? En este momento, empiezo a analizar sus rasgos y me parece que son los de un sujeto mal encarado. Sin darme cuenta, le voy atribuyendo una perversidad que es el resultado de mi paranoia más que de cuestiones de orden objetivo.

Al poco, me doy la vuelta y voy en su busca para pedirle explicaciones. Cuando lo veo, a lo lejos, compruebo que el gesto que me hizo a mí se lo hace a todo el mundo. Lo lleva a cabo incluso cuando no se cruza con nadie. Se trata, en fin, de un tic nervioso carente de significado. Pero he estado a punto de provocar una pelea por mi manía de sobreinterpetar lo que ocurre. Creo recordar que Tzvetan Todorov, en su libro La conquista de América, habla de esto al mostrar a Moctezuma como una víctima de los excesos de interpretación a los que tan dados somos. Si Moctezuma no hubiera creído que con la llegada de Hernán Cortés se cumplía una antigua profecía, tampoco habría sido derrotado por el célebre descubridor. A lo largo de un proceso interpretativo, la imaginación puede jugarnos malas pasadas.

Hay cosas que no significan nada. Pero si se convierten en carnaza de tertulia radiofónica o televisiva y los «expertos» no dejan de darle vueltas un día y otro, desde la mañana hasta la noche, pueden acabar volviéndonos locos, de modo que finalmente percibamos en ellas sentidos o intenciones que nada tenían que ver con la realidad. Ahí es donde empieza la locura. En estos momentos, y dado que las máquinas de interpretar son más abundantes que la materia interpretable, corremos ese peligro cada día. Nos cabreamos a menudo por cosas que no son.

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