VIENTO ALBORNÉS

Pedro González y Alberto Aznar

F. Javier Casado

F. Javier Casado

Hace ya tres décadas, plazo poco apto para el adanismo imperante, la llamada opinión pública española, pese a los grandes fastos del año anterior, parecía estar harta de lo que se denominaba como régimen felipista, pues la crisis económica sacó a la luz todas las corrupciones tras más de una década gobernando y sin embargo Felipe González ganó otra vez las elecciones de 1993, y no sucumbiría hasta tres años después en lo que Alfonso Guerra bautizara como la dulce derrota, pues aunque la Historia no se repite, muchas veces se parece. La aparición de otros partidos políticos y el creciente populismo o el nacionalismo exacerbado no empecen que el gobierno del país siga dirimiéndose entre el bipartidismo y que el sagastacanovismo Felipe-Aznar nos recuerde al de Pedro-Feijóo, si bien está aún por determinar si nos encontramos ante el duelo de 1993 o el de 1996 y si Alberto Núñez Feijóo sobreviviría a un fracaso como José María Aznar.

Si analizamos fríamente las encuestas publicadas a comienzo del mes de marzo por los distintos medios de comunicación veremos que, dejando de lado sus márgenes de error reconocidos, la distancia por la que aventaja el PP al PSOE oscila entre tres y seis puntos, a nueve meses de las elecciones generales, contando como antecedente que las dos últimas generales del reino de España se han repetido, dada la odiosa matemática de bloques, por más que algunos vengan tocando la corneta con don Ramón Tamames y se haya puesto en marcha el ventilador de porquería que tanto perjudica a un pueblo cuando sólo quiere salir del drama, provocado por la pandemia y la guerra, ambas mundiales, que repercute en la miseria de los bolsillos esquilmados en los consumos básicos de energía, vivienda o alimentación, mientras la sanidad tiene un tapón que está costando demasiadas vidas, sobre todo al tercio de la población que habita entre pobreza y pobreza extrema.

Los partidos a izquierda y derecha de los clásicos se mantienen en sus márgenes demoscópicos, así mismo cercanos, pues la derecha extrema conserva su tercera plaza, seguida muy de cerca por la suma de las actuales coaliciones de Unidas Podemos y Más País. Ergo todo recuerda a la igualdad entre bloques de anteriores votaciones y encuestas, siendo de nuevo decisivo el diez por ciento de escaños en el Congreso de los partidos territoriales de diverso signo. Otro déjà vu. Aunque el bloque diestro acorta su número de partidos y el siniestro no acaba de definirse: si el presidente Pedro Sánchez va lanzado, su ala izquierda de la casa blanca no termina de cuajar tras Pablo Iglesias. Por ello es importante el reciente anuncio de la vicepresidenta Yolanda Díaz sobre la próxima presentación del programa recogido con el movimiento Sumar y su propio salto a la arena: no va de un proyecto electoral; va de ganar un país (sic).

En cualquier caso, la gran encuesta sin cocina para las generales serán en mayo las elecciones autonómicas y municipales, aunque llegue luego el verano y la presidencia de la UE para el presidente Sánchez, siendo ya un mantra que el País Valencià es la pieza más codiciada en dichos comicios. PP y PSOE han centrado aquí la presentación de sus candidaturas nacionales y los populares hicieron una convención municipal, con abrazo de Vergara Aznar-Rajoy a lo González-Guerra, que será pronto replicada por otra socialista sobre la misma cuestión, pero se nota mucho que las pautas no están bien engrasadas entre las direcciones de ambos partidos y las correspondientes valencianas, quizá un tanto hartas de promesas en la oposición que no se cumplen en el gobierno y no tanto por ser Carlos Mazón hijo del casadismo o María José Catalá un lustro alcaldesa de Torrent en los años del campismo, o que el president Ximo Puig no se alinease con el sanchismo, ni Sandra Gómez con el abalismo. Queda mucho partido.