Un descarado

Francisco Esquivel

Francisco Esquivel

En cuartos hubo de vérselas con ese canadiense de más de 1,90, fibroso, tutelado por el tío de Rafa, ganador en citas precedentes que salió desplegando un tenis de exquisita factura a base de tal poderío que me dije: se lo va a merendar. De padre togolés profe raqueta en mano y de madre norteamericana y maestra, Félix Auger-Aliassime acabó cazando moscas.

Lo siguiente, claro, fueron semis frente a otro de la nueva hornada buena parte de los cuales como el danés Rune son de una corrección suma. A mi McEnroe le deben salir ronchas viendo los modales. Sinner es el italiano con menos pinta de italiano que me he echado a la cara. Lo cierto es que nació a nada de Austria, en el Tirol donde los padres regentaban un pequeño refugio y en cuyas pistas el crío se convirtió en campeón de slalom. Pero las bajadas duran minuto y medio y él quería cinco sets. En esta ocasión hubo dos y, en la recta final, un punto inverosímil, de marcianitos que acabó con un globo desde el quinto pino de su oponente sobre la misma línea hacia donde se dirigió Jannik echando en falta los esquíes desesperadamente. Al terminar se acordó así del rival: «Si he mejorado, en parte es gracias a él». John no pudo resistirlo.

Y de remate, el que faltaba: Medvedev. Es el otro ruso que está peleado con el mundo y esta vez debía dirimir hegemonía ante alguien nacido en El Palmar. Cómo sería la cosa que a Daniil no le dio ni para enfrentarse con la grada. Alcaraz, que en el previo estuvo como la chata en no pocas fases, no concedió alto el fuego alguno. La exhibición de este murciano de dinamita resultó de tal magnitud que la primera dejada casi en los estertores que el moscovita respondió con otra levantó al público con una ovación casi tan difícil de conseguir como el trofeo mismo. Queens le va a Carlos donde Charlize Theron le acompañó el fin de semana hasta quedar prendada. No sé qué va a ser lo siguiente.

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