tribuna

Falles

Aarón Cano

Aarón Cano

Nadie puede dudar que estas fallas han sido diferentes a cualquier otra edición, tres hechos han confluido sobre ellas que las han hecho únicas, han sido las primeras que se realizan sin ninguna restricción tras la pandemia, la parte más importante de la fiesta recayó en fin de semana y el lunes día 20 de marzo fue festivo en la comunidad autónoma de Madrid, parece que los trenes salieran de Chamartín no ha sido un gran problema para que muchas personas de esa comunidad autónoma se dispusieran a pasar unos días en València durante las Fallas.

Todo debe estar en cuestión, todo es analizable, pero sobre todo debemos plantear un modelo de fiesta que se pueda proyectar para las próximas décadas. Todo debe debatirse, la sostenibilidad económica, medioambiental, la movilidad, el desarrollo cultural. De todo debe hablarse para conseguir un gran pacto ciudadano que genere una mayor fortaleza para la fiesta. Toda la ciudad, debe sentir el acuerdo como suyo.

En definitiva, una serie de factores que han hecho únicas estas fiestas, pero que nos deben de ayudar a hacer una reflexión oportuna sobre el modelo de fiesta que tenemos.

El valor cultural de las Fallas está fuera de discusión, es más nuestro punto de referencia siempre tiene que ser su declaración como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Pero este punto de referencia nos debe hacer más exigentes con el desarrollo y gestión de la fiesta.

Las Fallas no son una fiesta más, es una de las mayores expresiones de arte y cultura popular en las calles de una ciudad que se producen en todo el mundo, y por ese motivo la UNESCO las reconoció como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Debemos saber y tener claro cuál es el modelo de Fallas que queremos, todos los sectores de la ciudad deben formar parte de la decisión, todos ellos tienen la legitimidad necesaria para sacar partido de las fiestas, pero todos deben aportar valores tangibles e intangibles para hacer de las fiestas algo cada día mejor.

La mercantilización de la fiesta no puede ser el motor que la mueva, la ocupación del espacio público por elementos de escaso valor añadido y cuantiosos en su número no muestran la cara requerida para una fiesta de esta calidad.

No debe ser el dinero, el rendimiento económico el principal eje sobre el que pivote el desarrollo de las fiestas, y si es así, perderemos el control. Tampoco debemos ser inocentes y hemos de reconocer que el beneficio económico es una parte de este motor, de esa motivación.

Hace 40 años la sociedad valenciana se movilizó para evitar que el cauce viejo del Turia se convirtiera en una gran autopista urbana, bajo el lema “El riu es nostre i el volem verd”, pues ahora toca generar un movimiento de esa misma potencia que se plantee qué desarrollo queremos para las Fallas.

En este debate parece claro el papel de la oposición en el Ayuntamiento de València, poco podemos esperar de ella cuando emerge un debate sobre la fiesta, un debate de calado, y ésta habla de excentricidades como la iluminación en el recorrido de la ofrenda o los pasos de peatones.

Si en un debate tan importante esto es lo que tiene que aportar quien dice ser aspirante a la alcaldía de la ciudad, pareciera que descendiéramos 100 escalones en el nivel de calidad que hemos alcanzado.

La evolución de las Fallas debe de ser consecuente con la realidad de la ciudad, si València será capital verde europea en el año 2024, lo debemos aprovechar como oportunidad para avanzar en este ámbito y su relación con la fiesta. Los monumentos falleros deben de hacerse con materiales sostenibles, pero no podemos hacer recaer en los artistas falleros esa responsabilidad, eso es trasladarle una obligación para la que no tienen medios.

En este mismo sentido, La movilidad, es el otro gran reto que debe plantearse con una visión que debe superar el mero ámbito del término municipal, una visión menos obtusa y más abierta a la realidad de la ciudad, centenares de miles de personas se acercan a la ciudad en estas fechas en transporte público y privado, por lo que debemos ser capaces de crear un plan específico de movilidad para estas fechas.

A pesar de que no debemos mercantilizar las Fallas no debemos obviar que la sostenibilidad financiera de la fiesta es fundamental para su supervivencia.

Un impacto económico que sufre grandes desequilibrios, donde hay sectores de la ciudad con importantes beneficios y otros como los artistas falleros y la pirotecnia, que generan la expectación que atrae a decenas de miles de personas poco reciben de todo eso que generan. Si el impacto económico de la fiesta es como se dice en determinados estudios, estos beneficios tienen que ser más compartidos.

Otro elemento fundamental es la sincronía de un patrimonio de la humanidad como son las Fallas y el resto del importante patrimonio histórico de la ciudad, es cierto que hemos avanzado mucho en la convivencia entre la Lonja y las Fallas, ya no colisionan los dos patrimonios de la humanidad de la ciudad de València, y en buena parte es debido al buen hacer de las comisiones falleras del entorno. Pero, aun así, queda mucho por hacer, debemos trabajar mucho mejor la sensibilización con las comisiones falleras que desarrollan sus actividades en entornos del mayor valor patrimonial.

En definitiva, el debate sobre el modelo de Fallas que queremos no puede ser una suma de parches, debe ser un debate general, participado por todos los actores implicados. Es la imagen de la ciudad la que se debate y las Fallas pasan por ser uno de los ejes fundamentales de la ciudad y así debe seguir siendo.