Análisis

El péndulo de Foucault sacude la política británica

Una nueva generación de ascendencia sudasiática ocupa el poder en el corazón del decadente imperio británico

El primer ministro del Reino Unid, Rishi Sunak.

El primer ministro del Reino Unid, Rishi Sunak. / Agencias

Eduardo Martínez de la Fe | Editor de Tendencias 21

Nadie puede negar que la imagen del Reino Unido ha cambiado drásticamente en los últimos meses. No solo ha desaparecido Isabel II, sino que políticos de ascendencia sudasiática están ahora liderando Escocia, Gran Bretaña e Irlanda.

Todo ha ocurrido en tan poco tiempo que casi podría decirse que ha sido simultáneo. En septiembre pasado falleció, después de 70 años de reinado, Isabel II del Reino Unido, dejando en el trono a un sucesor de 73 años, Carlos III, con una historia personal turbulenta y una dudosa capacidad de estabilizar, como lo hizo su madre, el trono del Reino Unido.

Primeros síntomas

Al mes siguiente, Rishi Sunak, un hindú cuyos padres llegaron al Reino Unido desde África Oriental en la década de 1960, asumió la presidencia del gobierno británico en sustitución del impredecible Boris Johnson.

El pasado diciembre, Leo Varadkar, un político y médico irlandés de ascendencia india, líder del partido conservador democristiano Fine Gael, se convirtió en el primer ministro deIrlanda, un siglo después de su independencia del Reino Unido.

Y esta semana, Humza Yousaf, que nació en Gran Bretaña, pero cuya familia remonta sus ancestros a Pakistán, ha asumido la presidencia del Gobierno de Escocia. Es el más joven y el primer asiático escocés y musulmán en ocupar el cargo. Y Escocia es la única nación de Europa occidental que tiene un líder musulmán.

Más sorpresas

Pero hay más sorpresas políticas: Sadiq Khan, descendiente de una familia de inmigrantes pakistaníes, es el alcalde de Londres desde 2016. Además, un político de ascendencia musulmana pakistaní, Anas Sawar, dirige el principal partido de la oposición en Escocia.

Y algo no menos significativo: el gobierno británico tiene a Suella Braverman, nacida en Londres, pero hija de inmigrantes de Isla Mauricio y Kenia, como ministra del Interior, y a Kemi Badenoch, londinense e hija de nigerianos, como ministra de Comercio. Son los ejemplos más recientes.

Una diversidad étnica sin precedentes se está implantando en la cúspide de las instituciones del Reino Unido, a pesar de que poco menos del 10% de la población es descendiente del sur de Asia, según estadísticas del gobierno.

Agitación periférica

Todo esta situación está agitando no solo a la sociedad británica, sino también a las poblaciones de las que son originarias estas figuras políticas, que las reivindican como propias y ven en su ascenso una especie de revancha por los desmanes históricos del imperio británico.

Ese pasado también se proyecta en el presente, o al menos algunos lo interpretan así: después de la independencia de la India en 1947, musulmanes, hindúes y sijs quedaron dispersos (los primeros a Pakistán, los demás a la India actual) y enfrentados.

Esas diferencias, no exentas de tensiones que han derivado en dos guerras, han perdurado a lo largo del tiempo y podrían estar expresándose, una vez más, en la reivindicación escocesa de independencia que personaliza enfáticamente Yousaf, musulmán de origen pakistaní, frente a Sunak, un hindú de origen indio. Todo ello en el mismo corazón del imperio.

Colapso del imperio

Esta nueva realidad británica es a la vez el último episodio de la historia del colapso del imperio británico que se inició en 1948, justo después de la fragmentación del subcontinente indio, la región geográfica que comprende la mayor parte de la India histórica (actualmente dividida entre los Estados de India, Pakistán, Bangladés, Nepal y Bután) de la que procede la nueva y diversa clase política del Reino Unido.

Desde entonces el imperio británico ha entrado en barrena, un proceso que le ha llevado a perder otras colonias, como Sri Lanka, Birmania y Sudán. Jamaica y Barbados parece que van a ser los siguientes de la lista.

También ha perdido el estatus de primera potencia económica global a favor de Estados Unidos, China o Alemania, y todavía no se ha recuperado del oprobio que representó el 'apartheid' sudafricano (un dominio autónomo del imperio británico) ni del drama que desató en 1948 la Declaración Balfour, que dio origen al Estado de Israel y a la diáspora palestina que todavía hoy, 75 años después, sigue siendo fuente de conflictos.

Péndulo británico

Los únicos que parece no se han enterado de este declive es la sociedad británica, que según datos de 2019 todavía sigue pensando (un 32% de la población) que ese pasado es un orgullo, frente al 19% que se siente avergonzado.

Lo que está pasando en el nuevo escenario político británico es una muestra más del profundo cambio que está experimentando el mundo de nuestra época a una velocidad vertiginosa, y que ha colocado al decadente imperio británico en una especie de dinámica que recuerda al péndulo de Foucault. 

Si esta esfera simbólica puede oscilar durante mucho tiempo y demuestra la rotación de la Tierra, podemos decir, siguiendo el paralelismo, que el imperio británico bascula también sobre su pasado y su futuro, demostrando a su vez una rotación de la historia que ahora le ha traído a la orilla de la política los efectos telúricos de sus errores sudasiáticos. Precisamente cuando la corona que sustenta el imperio también se desmorona.

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