Morante un año después

Esta tarde se descubrirá el enigma de cómo vuelve el genio tras los cien festejos en homenaje a Gallito. Y ese enigma es el cimiento de la felicidad de los aficionados. Ese misterio es un placer

Morante durante un paseíllo en la plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla

Morante durante un paseíllo en la plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla / EFE

Jaime Roch

Jaime Roch

Faltan unas horas para que Morante, de nuevo, haga el paseíllo en la Maestranza de Sevilla, pero ya es difícil hacerse con un sitio en los tendidos. La previa de la tarde ya estaba lanzada con esas procesiones de Semana Santa por los aledaños del coso del Baratillo. La emoción, las bandas de cornetas y tambores, el sentimiento y el humo a incienso lo inundaba todo. Porque el Domingo de Resurrección es la coronación de una semana única.

Morante, quien inicia su temporada esta tarde al lado de Julián López 'El Juli' y Andrés Roca Rey frente a toros de Núñez del Cuvillo, porta la autoridad del Domingo de Resurrección en Sevilla que heredó del maestro Curro Romero y hará el paseíllo con el compromiso de seguir honrándola. Sus tardes en el ruedo sevillano el año pasado lo demuestran. Sobre todo la tarde del 22 de septiembre, en la que el genio de la Puebla del Río se olvidó totalmente del cuerpo para torear con el alma y dejó claro que la tauromaquia, cuando el sentimiento está por encima del músculo, es un acontecimiento único, incomparable. Igual que ocurrió con el sobrero de Garcigrande, encastado y de vibrantes embestidas, al que le cortó dos orejas tras una faena rotunda el 7 de mayo en plena Feria de Abril. O la faena al Cuvillo un día de antes, con unos naturales que penetraban progresivamente en el caudal sanguíneo de la Maestranza. Porque su toreo se clava en el pensamiento como esa navaja de afeitar de tu padre la primera vez que la usas en el cuarto de baño.

Esa falta de necesidad de toros que creó la pandemia se vio recompensado el año pasado con varias manifestaciones del milagro del toreo, pues Morante reveló una belleza y un conocimiento a la altura de muy pocos. Porque él demostró una sed inagotable de toreo hasta alcanzar las cien corridas de toros en su particular homenaje a Joselito El Gallo.

Esta tarde se descubrirá el enigma de cómo vuelve un año después. Y ese enigma es el cimiento de la felicidad de los aficionados. Ese misterio es un placer. Y ese placer elimina el sentido del tiempo y te hace dejarte llevar. Porque cada uno arrastra su propia memoria forjada a base de acumular experiencias diferentes. Porque torea con la lentitud de los hombres que capitanean barcos de vela y suscriben felizmente la percepción de lo quimérico. Es el intrincado nudo bautismal de la pureza, la remuneración de lo irreal, el milagro del toreo.

Morante nos enseña que interpretar el toreo simplemente como un espectáculo es desnaturalizarlo porque lo desposee de los vínculos sentimentales que lo explican. Que el toreo no cabe en la circunferencia del albero. Él es una de las custodias en torno a un barrio, a una ciudad, una institución o un gremio que él representa. Verlo es establecer un vínculo que empieza en la fe y acaba forjando una relación sentimental, una pertenencia a algo que ya es para siempre. Por eso, vuelve a ser el eje de la temporada taurina de Sevilla con seis tardes firmadas en 2023.

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